Entre pingüinos y focas
Al fin de la primera etapa en Bariloche, luego de dos horas de una interminable experiencia al natural cabalgando por los campos de Fortín Chacabuco, retornamos a la estancia donde la familia había preparado una parrillada que nos perdimos pues teníamos que volver para tomar el ómnibus a Puerto Madryn.
El bus partía a las 17 hs y sinceramente esperábamos 15 horas de un viaje cansador e incómodo. Pero nos equivocamos, el bus es muy confortable, el servicio es bueno, pasaron dos películas y hasta nos las arreglamos para dormir un poco. ü
Llegamos a Puerto Madryn a las 7 de la mañana, caminamos sin rumbo por una ciudad medio vacía y todavía dormida hasta encontrar un café y finalmente combinar con otro micro hasta Península Valdez. Dado que teníamos planeado estar sólo una noche, decidimos quedarnos directamente en la isla, lo que resultó ser una muy buena idea. Pagamos 40 pesos argentinos para entrar en la Reserva Faunística Integral Península Valdés y llegamos a Puerto Pirámides que, aparentemente, tiene una estación de servicio, algunos hostales y eso es todo.
A pesar de ser un pueblo pequeño tiene un restaurante sorprendente ubicado justo en frente a la estación de servicio, ¡una joyita en el medio de la nada! Decidimos hacer como en Bariloche, primer día: calma. Luego de almorzar nos pasó a buscar un taxista que nos había ofrecido mostrar la isla. Esa persona sabía mucho sobre la zona que se asemejaba más a un desierto, exactamente lo opuesto a la exuberante y verde Bariloche. En nuestro camino vimos avestruces y una especie de conejo característico de la zona (sorry, no recuerdo el nombre).
Primera parada: Los pingüinos en la Reserva de Punta Pirámide
Son tan dulces y adorables… Nos quedamos a un costado y los vemos contornearse limpiándose mutuamente y escondiéndose en pequeños agujeros.
El taxista nos cuenta que cada año esos pingüinos emprenden el viaje a Brasil para pasar el invierno y que cuando regresan ocupan exactamente el mismo lugar que ocupaban el año anterior y con el mismo partner.
Nos parece una costumbre muy extraña en la fauna.
Segunda parada: las focas en Punta Norte
Llegamos al cafecito para tomar algo pero no pudimos pues en cuanto nos sentamos el taxista entró gritando: “!las orcas! ¡Apúrense, llegaron las orcas!
Corrimos hasta la orilla del mar y presenciamos algo increíble, las orcas acercándose a la orilla para atacar a los bebes de foca que yacen en la playa gorditos y perezosos, sin sospechar el peligro que los acecha.
No podíamos creer nuestra suerte pues todos nos dicen que eso sucede tan raramente que es difícil verlo. No sólo lo vimos, sino que lo vimos durante horas, literalmente no podíamos dejar el lugar mirando a esos sorprendente animales que seguían haciendo “fuentes” y nadando en el mar.
Estremecidas por el fabuloso espectáculo y otra incontable sesión de fotos y pequeños videos, nos volvimos al hotel, cenamos y adivinen qué: ¡a la camita temprano!
En el siguiente día no teníamos mucho tiempo pues a las 6 de la tarde debíamos tomar en Puerto Madryn el bus que nos llevaría a El Calafate y eso sin contar que para llegar a Madryn desde donde estábamos teníamos un viaje de 2 hs. Afortunadamente pudimos convencer a nuestro taxista que nos llevara a Puerto Madryn, lo que nos daría tiempo para otro paseo en bote.
Nuevamente pudimos ver jugar a las focas y, como estábamos en el bote, nos acercamos más sin molestarlas. Yacen al sol, las madres protegiendo a las crías, los machos peleando entre ellos y haciendo un terrible ruido con sus narices. El paseo en bote incluía una pequeña experiencia “submarina”, snorkel en las aguas frías. A eso de las 4 partimos para Puerto Madryn tratando de pensar positivamente con respecto al viaje de 18 hs que nos aguarda hasta Río Gallegos, sin contar que una vez allí tenemos que seguir viaje hasta nuestro destino en El Calafate.