La historia -aunque no lo crean- es ABSOLUTAMENTE REAL !! y nos fue enviada por el hijo de uno de los protagonistas, que por razones de fama nos ha pedido que lo referenciemos sólo como Sergio Daniel T. de Argentina. Fue publicada en PSP, la Newsletter del Dr. Perazolo. Reproducida con autorización.
Esta historia es verdadera. Mi padre trabajó toda su vida en la marina, los enormes barcos llevaban desde un puerto a otro no sólo su peligrosa carga de marineros y municiones (en ése orden), sino que además ofrecían un extraordinario depósito de comida y medio de transporte para miles y miles de ratas que subían y bajaban por escalinatas y amarras con la mayor libertad.
En esa época era considerado este roedor una verdadera plaga y grave peligro para los tripulantes, la marina decidió hacer participar activamente al personal embarcado en la tarea de saneamiento del barco, así es que desde el más alto mando naval surgió una regla en la que cada rata muerta sería recompensada con 4 hs. de franco en el siguiente puerto.
El revuelo fue tal que día a día los temibles roedores fueron desapareciendo de cubierta y de los lugares habituales, fueron tantas las horas de franco ganadas como la masacre de a bordo, cuestión que comenzó a incomodar a los marineros más despiertos:
– «Tarde o temprano se acabaran las ratas y los francos» -decian-
Entonces pusieron en práctica una especie de autoregulación, poniendo límites a las cacerías diarias y autorizando a determinadas cuadrillas por semana, esto trajo como consecuencia la especulación, ya que las cuadrillas renunciaban a su turno eligiendo de esta manera el momento adecuado para tener francos sobre los puertos más ‘interesantes’, se convirtió en moneda corriente el alquiler y venta de turnos de cacería lo que significó un buen negocio para algunos.
La compra de roedores sin cacería previa se desestimó puesto que el costo por animal vivo sin esfuerzos era altísimo, y además levantaba sospechas el no ver el movimiento clásico de marineros corriendo por la cubierta y los pasillos tratando de atraparlos.
La élite de los marineros que tenían a cargo la organización clandestina del sistema, seguía elaborando estrategias de marketing para mantener y potenciar el negocio, a pesar de la autorregulación del mercado la materia prima seguía en permanente baja, por lo tanto consideraron que era momento adecuado para realizar una inversión en el exterior, de esta manera buscaron gente en los puertos y comenzaron a pagar por cajas de ratas vivas que subían al barco en complicidad con los guardias de turno, a quienes arreglaban con algún que otro ejemplar.
El negocio se potenció de ese modo en gran forma también para el personal de tierra.
La marina por su parte ante al aumento de las horas de franco del personal, decidió en forma arbitraria e inconsulta variar el escenario cambiando la regla, solamente 2 horas por cada rata muerta y además para ahorrar gastos no utilizaría más el incinerador de a bordo, arrojando los roedores muertos al mar.
Este cambio produjo consecuencias en el mercado, ya que el proveedor externo ante el monopolio del negocio y la urgente necesidad de mayor número de roedores para mantener elevado el número de horas de franco, contrató personal extra y trasladó todos los costos más un adicional al producto terminado.
Mientras tanto el grupo que ahora comandaba el negocio de abordo, evaluaba los últimos cambios y elaboraba un plan maestro para contrarrestar las medidas adoptadas por la plana mayor de la marina.
Lejos de decidir no invertir más en el sistema, se elaboró una estrategia brillante. Se creo un grupo denominado los atrapadores, cuya función primordial era la siguiente: los roedores muertos se presentaban en cubierta de 18 a 20 hs. ante el oficial de personal, quien registraba la cantidad de roedores y al marinero que acumulaba franco, luego el oficial ordenaba al marinero que arrojara el roedor por la borda, como lo imaginarán al grupo de atrapadores esperaba dos cubiertas más abajo con redes tejidas a tal efecto y atrapaba al inerte animal antes de que cayera al mar.
De esta forma se generó en forma paralela un mercado negro de animales muertos, los cuales obviamente no se podían perseguir por los pasillos, el nivel de ingresos supero la inversión y el precio estaba casi en el valor de dos o más horas de franco promedio.
El negocio siguió floreciendo, se contrataron espacios de heladera para evitar la putrefacción de ejemplares y se reguló y mantuvo el precio de los ejemplares provenientes del exterior.
Todo el plantel de marineros conocía el lugar de depósito y los que estaban de servicio eran responsable por la falta de mercadería, el recuento era con el recambio de turnos y ante diferencias se pagaba el valor de 3 ejemplares muertos, que equivalían a 5 vivos y más de 4 horas laborales en promedio.
Un fatídico día una de las morgueras fue descubierta en la heladera por un oficial de turno, quien resistiendo sobornos informó la situación al alto mando. Después de dos días de deliberación la todopoderosa plana mayor de la marina, volvió a modificar la norma, ahora a cada ejemplar antes de arrojarse al mar se le cortaría la cola, y ejemplares con cola cortada serían descartados!!.
El mercado negro se desmoronaba, el grupo de atrapadores fue disuelto y el nivel de desocupados creció, la gente de mercadotecnia buscaba alternativas viables para la estabilidad del sistema, el precio de la mercadería importada y fresca subió a niveles insospechados, esto obligó al grupo a exprimir al máximo sus pensamientos, hasta que al fin concluyeron: si no puedes combatirlos confúndelos.
La mercadería viva en stock y la del exterior pasaría primero por manos del colero, quien cortaría a cada ejemplar vivo su rabo antes de liberarlo, se encargarían luego que estos ejemplares vivos sin cola fueran vistos por los oficiales en las persecuciones.
En ese tiempo mi padre se retiró y realmente no se como se comportaron las variables del sistema, pero estoy seguro que el grupo habrá puesto en marcha otras ideas. Si este no es un buen ejemplo de planificación, adaptabilidad y reacción ante cambios de variables o leyes …