Partimos de Johannesburgo. La ruta N4 nos conduce hacia adonde nace el sol. ¿saben dónde? Nace en Mpumalanga. Al menos es lo que significa en el idioma Zulu.
Mpumalanga es una de las provincias más visitadas de Sudáfrica, anteriormente era conocida como el Transvaal Oriental.
Los turistas no vienen atraídos solamente por el Parque Nacional Kruger, sede de los “Cinco Grandes” algo así como la aristocracia de los animales o de las reservas de caza privadas. Mpumalanga es una reina acicalada con rostros maravillosos de belleza natural y biodiversidad impresionante. En su corazón viven tanto el altiplano rocoso, los acantilados y cascadas, como también esas llanuras interminables y bosques inmensos, un verdadero santuario en lo que a vida silvestre y pájaros se refiere.
El cinturón verde de Mpumalanga es, sin dudas, Sabie, un pequeño oasis para explorar el paisaje escarpado de las montañas. Manejar desde Johanesburgo hasta Sabie es un placer, dejamos atrás el ruido de la civilización y entramos en un mundo de bosques silenciosos.
Sabie esta rodeada de kilómetros y kilómetros de plantaciones de pinos y árboles. Optimo para recostarse, respirar hondo y escuchar el silencio. Hay de todo en este lugar tranquilo. La oferta de alojamiento incluye desde hostales para mochilleros hasta apartamentos de varias estrellas. Sabie es una hermosa ciudad turística que goza de una temperatura fresca y agradable gracias a su posición geográfica a mitad de camino hacia las tierras bajas.
Pero paradójicamente la ciudad no ofrece sólo calma, también podemos escaparnos en busca de acción. Se puede hacer de todo: Paseos a caballos o en bicicleta y para las personas adeptas a la adrenalina hay también rafting.
Sabie también es la puerta principal al tercer cañón más grande en el mundo: El Gran Cañon de Blyde River, un monstruo de rocas y barrancos, con acantilados inmensos que caen cientos de metros sobre la llanura de Mpumalanga llamada Lowveld.
La vista panorámica nos roba la respiración, al mirar esas profundidades me siento muy pequeña. Parece como si la naturaleza se riera de mí. El Gran Cañón de Blyde River fanfarronea y me dice: “Mira chiquita, ese soy yo, muestra un poco de respeto”. Y tiene razón.
Hay mucho más para admirar. Sobre el fangoso Blyde reinan los Three Rondavels, tres gigantescas rocas cilíndricas que recuerdan a las cabañas tradicionales de la tribu Zulus.
La fuerza de este río creó, en el curso de los siglos, otra obra natural. Los Bourke`s Luck Potholes, hoyos abstractos formado en los rocas del cauce, que es uno de los motivos fotográficos preferidos. Para completar el conjunto de fenómenos naturales faltan unos pocos kilómetros.
Alrededor de Sabie los ríos caen desde las montañas en un sinnúmero de cascadas como Mac-Mac Falls y los Lisbon Falls. Como se imaginará, por encima del bramar del río se observan varios arcos iris.
Su imagen nos persigue en la mente hasta la noche, cuando disfrutamos de la paz de Sabie pero ya estamos planificando otras aventuras: Nelspruit.
Nelspruit
Nelspruit está casi a dos pasos de Sabie. Capital de la provincia, es el centro administrativo y comercial del Lowveld, ubicada en el fértil valle del Cocodile River, se destaca por el tabaco y la industria maderera y es también el centro de una vasta región dedicada al cultivo de cítricos.
Las calles de esta ciudad moderna y grande cuentan con hileras de jacarandaes y otros árboles llamativos y abundan los jardines suburbanos llenos de plantas tropicales y arbustos.
De Nelspruit parten un racimo de buenas carreteras hacia los puntos más importantes y bellos del Lowveld. Desde Nelspruit nosotros partimos a cumplir un sueño. Bienvenidos a “Out of Africa”.
Parque Nacional Kruger
Nace el sol en Mpumalanga. Por lo menos en el Parque Nacional Kruger, uno de los parques naturales más célebres del mundo. Lo que Paris y Monte Carlo son para el mundo “chic” de los humanos, es el parque sudafricano para los animales. En la madrugada o en la noche, cuando el sol se esconde y desaparece el calor agobiante, los dos millones de hectáreas del Kruger se convierten en una pasarela para las criaturas más hermosas de nuestro planeta.
Salen a pasear en su estado más puro el chico más guapo, la nena más pequeña, el pibe más alto, el tipo más peligroso y el atleta más veloz. Con el elefante africano, la musaraña pigmea, la jirafa, el hipopótamo o el guepardo. Además están el búfalo, el rinoceronte, el leopardo y el león que forman junto con el elefante, el famoso equipo de los “Cinco Grandes”.
Con más de 140 especies de mamíferos, 500 especies de aves y una grand diversidad de reptiles, el Parque Nacional Kruger posee más especies de animales que cualquier otro parque africano. Se extiende 350 Km. junto a la frontera con Mozambique, con una anchura media de 60 Km. y más o menos dos mil kilómetros de carreteras recorren su interior.
Son muy perezosos estos los animales. La madrugada se fue mientras nos quedamos cómodamente acostados en nuestra cabaña de madera de una de los innumerables alojamientos gestionados en el parque y nos perdimos el “Show”. Hasta que empiece el tour de la noche hay que conquistar el Parque por propia cuenta.
Las estrellas del parque se esconden, durmiendo la siesta en la fértil maleza de la llanura sudafricana. Sin embargo me siento como se me hubiera sumergido en el mundo de los libros de aventuras de mi infancia. Es real, si, verdaderamente real. Animales en su entorno natural. No es un jardín zoológico y tampoco un documental en la tele. Es la vida salvaje en vivo y en directo.
Pasa frente a nosotros una familia de jabalíes, al lado se despioja un babuino y en el horizonte pace una manada de jirafas. Todo es auténtico aunque parece un sueño. Los impalas, como dice el folleto del parque, también se llaman McDonalds. Esta denominación se debe a una marca que tienen en su parte trasera que forma un símbolo parecido al MM de McDonalds. Pobrecitos, sin dudas son la “fast food” de los cazadores. Por la noche nos damos cuenta. ..
Cae la noche africana
Partimos en un Land rover sin techo. Ya se viene la oscuridad acompañada de una sinfonía de sonidos naturales. Es un sentamiento angustioso. Como si fuéramos parte de esa noche africana. Nos vamos lentamente, escuchando atentamente a nuestro alrededor sin saber que va a pasar. Somos turistas. No tenemos ni idea adonde enfocar nuestros ojos. Hay movimientos por todos lados. ¿Pero qué es? ¿Qué significa?
Por suerte tenemos guías. Gente que nació en la región y llevan el conocimiento de la vida salvaje en su sangre. Conocen probablemente cada milímetro de su querido Parque Nacional. Y saben muy bien rastrear las huellas.
Cada cinco minutos el guía para el coche, observando en la maleza negra. No hay nada, pensamos nosotros. Pero el ya está un paso adelante. Nos explica que tenemos que observar los llamados animales victimas. Están muy nerviosos, lo que indica la presencia de un cazador.
¿Un león, un leopardo? Los últimos son la especie menos vista en el Parque Nacional. Son muy huraños y a diferencia del león o del elefante, nunca se acostumbraron a los visitantes. ¿Es difícil atraparlos? Somos un grupo con suerte. Pues el sueño de todo visitante es ver por lo menos a tres de los Cinco Grandes.
Finalmente nos va a faltar ver sólo el rinoceronte, pero a quien le importa en esta noche embriagante. Vimos un jaguar mirándonos con inocencia desde una rama. Un jaguar de carne y hueso. La cosa más valiosa del mundo para mí en estos minutos sudafricanos. Hay que estar ahí para sentir la euforia, la mirada plácida de este animal.
¿Cómo olvidarlo? ¿y los bebes de elefantes en medio de la calle, buscando el camino detrás de su mama? ¿Cómo olvidar los leones dormitando a tres metros de nuestro coche? ¿Cómo olvidar la presencia masiva de los búfalos bañándose en el río al horizonte? ¿Cómo explicar? No hay palabras. Queda gravado. Para siempre.
Mañana partimos hacia la tierra de los zulúes, ya les contaré.