En la década de los noventa se marcó el inicio de una nueva era, la que condujo a las mujeres al liderazgo.
Hoy en día la participación de las mujeres en el mundo de los negocios es notable, abriéndose camino en actividades que tradicionalmente correspondían al sexo masculino, han alcanzado posiciones laborales inimaginables en el pasado.
Sin embargo, existen varios factores limitantes para su desarrollo profesional, como la falta de modelos a seguir, la desigualdad salarial y la aún prevaleciente discriminación.
Según datos obtenidos del Sistema de Indicadores para el Seguimiento de la Situación de la Mujer en México (SISESIM) en su Programa de Acción Regional para las Mujeres de América Latina y el Caribe del periodo 1995-2001; el ingreso total por mujer representa sólo el 33% del ingreso total por hombre.
El salario por mujer representa únicamente el 72% del salario por hombre y el porcentaje en cargos directivos representados por mujeres es de 24% en comparación con el hombre que es el 76% restante.
Mucho se ha discutido sobre la posible diferencia entre el liderazgo por género y existen opiniones confrontadas al respecto. Pero, comencemos por definir liderazgo, H. Koontz en su libro Administración una perspectiva global, define liderazgo como: es influencia, esto es, el arte o proceso de influir en las personas para que se esfuercen voluntaria y entusiastamente en el cumplimiento de metas grupales.
Diferentes autores dividen el liderazgo en: autocrático, democrático y liberal. Esta división se basa en la forma en que el líder determina los objetivos y toma decisiones grupales, en el tipo de relación entre los miembros del grupo que encabeza, por su participación, dirección, control, etc. No obstante, no existe una diferenciación por género.
Los investigadores sugieren algunas diferencias entre hombres y mujeres líderes, pero no hay conclusiones rigurosas.
Cierto sector se inclina por la teoría de que las mujeres son mejores motivadoras de trabajadores que los hombres, esto debido a su capacidad de convocatoria, estimulando la participación, compartiendo información y estimulando la autoestima ajena.
Diferentes estudios constataron que la mujer concibe al liderazgo como un medio de transformación hacia sus subordinados, aplica sus habilidades por las relaciones interpersonales y motivacionales para transformar el interés individualista por un interés colectivo guiado hacia la empresa como totalidad.
A diferencia del género masculino que concibe al liderazgo como una secuencia de transacción.
Mientras que los partidarios de esta teoría argumentan que se debería sacar provecho de los puntos fuertes de las mujeres, algunos críticos responden que cualquier intento de establecer estereotipos en función del género masculino o femenino podría parecer discriminatorio.
Es probable que este cuestionamiento sobre género tenga bases sólidas afirmando diferencias entre el liderazgo del género masculino y femenino, pero, debemos tener en cuenta que cada mujer como cada hombre, tiene su propio estilo personal y para ambos casos lo importante es la manera en que se visualiza al equipo, la sensibilidad con que desarrollan el potencial humano y el don de comunicación que permite percibir claramente los objetivos de la empresa dándole seguridad al trabajador al conocer sus objetivos individuales y sus funciones específicas.
Si bien existen características íntimamente ligadas al género no debemos caer en una lucha de modalidad sexista y sí, ampliar el antiguo modelo de gestión.