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InicioManagementLa Programación Neurolingüística (PNL): Nuestros Estados de Recursos

La Programación Neurolingüística (PNL): Nuestros Estados de Recursos

Nuestros comportamientos son el reflejo de nuestros pensamientos conscientes. Si, por ejemplo, estamos convencidos de que No vamos a aprobar un examen, hay una mayor probabilidad de que efectivamente, no aprobemos. La PNL posee los medios de inducir en nosotros mismos los estados de recursos deseados.

Esta es la última nota de la serie de Programación Neurolingüística: una herramienta de comunicación.

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Todos conocemos situaciones en las que nos sentimos orgullosos y llenos de energía, situaciones en las que nos sentimos capaces de superar cualquier reto, como un alpinista que culmina el K2.

Puede ser después de un partido de volley ball que hemos ganado contra un rudo adversario; en la entrega de premios por nuestro notable trabajo en el Gran Salón de Actos; o cuando conseguimos bajar en rappel en el Outdoor de cohesión de equipo.

Pues estos estados particulares y gratificantes son susceptibles de ser anclados, de tal forma que cuando activemos el ancla, volveremos a experimentar un estado emocional parecido al momento del anclaje, lleno de confianza y de energía.

Existe una relación directa entre los estados anímicos y los resultados que conseguimos. Cuando nos sentimos entusiastas y confia­dos en el éxito, las cosas nos salen mejor. Por el contrario, si nos sentimos decaídos, dudosos e inseguros, las cosas suelen salirnos mal.

Nuestros comportamientos son el reflejo de nuestros pensamientos conscientes. Si estamos convencidos de que vamos a suspender el examen del carné de conducir, hay una mayor probabilidad de que efectivamente, no aprobemos.

Y nuestros pensamientos conscientes proceden, a su vez, de nuestras emociones más o menos inconscientes como los miedos, las dudas, la desconfianza, el decaimiento.

La PNL posee los medios de inducir en nosotros mismos los estados de recursos deseados. Aplicando sus métodos, podemos pasar de un estado negativo a otro positivo. Pero lo importante es que a su vez, pasamos de hacer mal las cosas a hacerlas bien.

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Se trata de activar en el momento adecuado nuestros anclajes positivos. Como tomar una copa con este divertido compañero del equipo de Volley Ball, escuchar el himno de We Are the Champions que tocaban en la entrega de premios o volver a mirar la foto de nuestra bajada en rappel.

Desplegar el mapa mental

La PNL permite acceder a estos estados de recursos y activarlos cuando los necesitamos. Al no hallarse en la capa consciente y racional del cerebro, sino en el sistema emocional, necesitaremos la técnica de los anclajes para acceder a ellos.

En eso la PNL difiere de las técnicas analíticas, no intenta comprender los porqués, sólo apoyarse en las experiencias adecuadas para sobrepasar nuestros límites personales actuales y mejorar lo que ya estamos haciendo.

Nuestros comportamientos son coherentes con nuestras representaciones mentales y nuestra exploración del mundo está limitada por el mapa que tenemos del mismo. Cuando ampliamos nuestra visión del mundo, ampliamos nuestra capacidad de comportamiento.

Pero como lo escribía al principio, ya tenemos el mapa, lo que ocurre es que hemos dejado parte del mismo en la oscuridad, o doblada detrás de la hoja central. La PNL ayuda a desplegar el mapa y a ponerlo a plena luz.

Un ancla colgando de una cuerda

Nuestros recuerdos emocionales están constituidos de componentes VAKO’s, es decir que asociamos a cada recuerdo sensaciones Visuales, Auditivas, Kinésicas y Olfativas. Para desactivar un ancla negativa, es necesario sustituirla por un ancla positiva de mayor fuerza.

El truco es saber desmontar el anclaje negativo, elegir el ancla positiva y remontar un nuevo anclaje.

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Una metodología es necesaria, pero lo es tanto menos como la experiencia positiva es emocionalmente fuerte. Aunque lo más simple para explicarlo me parece ser gracias a un ejemplo.

En nuestros cursos «outdoor», que realizamos en la pequeña montaña, conducimos a los participantes hasta un pequeño corte de unos 10 metros de alto, comparable al balcón de un tercer piso, y les pedimos que lo bajen en rappel.

Es necesario precisar que esta experiencia llega después de que estén trabajado en equipo durante dos días creando anclajes emocionales y estados de recursos progresivos.

A pesar de que la seguridad es probablemente mayor que cuando uno baja la escalera de su casa, descender con el arnés y colgado de una cuerda crea la primera vez una fuerte impresión, es que nuestro cerebro abusado no ve el pequeño corte que hemos de bajar, sino todo el acantilado que le sirve de entorno.

Sin embargo, la casi totalidad de los participantes consigue vencer su aprensión, gracias a los monitores y al apoyo moral de su equipo. Es interesante notar que son precisamente aquellos que más miedo experimentaron los que más disfrutan repitiendo el descenso.

La experiencia es totalmente emocional y crea un potente anclaje en las personas, un estado de recurso poderoso que permanecerá mucho tiempo.

Para transformar la experiencia en ancla y realizar el anclaje, reunimos al grupo cuando la adrenalina ha rebajado (en nuestro caso es después de la comida), y le hacemos comentar su experiencia, hablar del estado emocional en el que se han encontrado durante y después, describir lo que veía, lo que oía y lo que sentía.

Se crea el anclaje cuando las sensaciones han sido etiquetadas y que el puente se ha creado entre las mismas (sistema límbico) y la parte consciente y racional (neocórtex).

Esta experiencia permite dos tipos de ventajas, una primera es la de disponer de un estado de recurso potente, dispuesto a activarse sobre pedido; y la otra es el crear un enlace emocional con los compañeros del equipo que han compartido nuestra misma emoción y cuyo apoyo afectivo ha sido clave para lograrlo.

En nuestra vida laboral y personal, tenemos muchas ocasiones de pensar que no lo vamos a conseguir, que la situación es inextricable, que no tenemos tiempo, que no tenemos recursos, etc. Estas emociones negativas normalmente paralizan nuestra capacidad creativa y nos impide encontrar los recursos internos necesarios.

Sin embargo, basta con activar el anclaje para que la mentalización se transforme en positiva y que, entre todos, encontremos los recursos y las soluciones para transformar un probable fracaso en un gratificante éxito.

La PNL presenta técnicas formales para anclar emociones positivas o desanclar miedos y emociones negativos, aunque os remito para su completa descripción a la literatura especializada.

Así, resulta posible anclar estados anímicos positivos (desgraciadamente también negativos y sin querer) y activar los anclajes a posteriori. Los aplausos que recibimos son anclajes emocionales, se anclan cuando los merecemos y se activan aplaudiendo antes y durante una prueba difícil.

Retomando el caso de los vendedores anteriormente comentado, los jefes deberían pensar en reforzar los comportamientos satisfactorios de sus colaboradores, y no solo destacar los errores e insuficiencias, sino provocarán anclajes negativos y la sola visión del jefe puede provocar emociones negativas, desestabilizadoras, y contraproducentes.

Un llavero desordenado

Desde que nacemos, no paramos de aprender, y almacenar en nuestro cerebro tanta cantidad de experiencia que, pasada la adolescencia, disponemos ya de los suficientes recursos para resolver casi cualquier situación.

Son como llaves que podrían abrir cualquier puerta que nos encontrásemos. Pero estas llaves son tan numerosas que algunas las tenemos desordenadas en el llavero, y otras olvidadas en un cajón. Por tanto no podemos utilizarlas cuando las necesitamos y hasta quedamos equivocadamente convencidos de no tenerlas.

Si conseguimos etiquetar a nuestras llaves y saber donde las guardamos, podremos usarlas y salir de la mayoría de situaciones que nos dejan actualmente desamparados.

¿Cuantas veces después de haber fracasado en una situación (vender un producto, negociar un aumento, exponer antes de un grupo, motivar a un colaborador, etc.), pensáis después (y demasiado tarde), cómo podrías haber procedido?.

Seguro que, en la tranquilidad de vuestra casa o despacho, sois capaces de imaginar un proceso diferente, evitando los errores y utilizando otros caminos más productivos. Esto demuestra que, en el interior de vuestro cerebro, estaban las claves de la solución, pero no supisteis encontrarlas en el momento necesario.

Tal vez afirmáis que sois demasiado nervioso y que los nervios os pierden en las situaciones de presión. Bueno, pero hasta el más nervioso tiene sus momentos de calma y de relación ¿no?. Sabe lo que son, los ha experimentado.

El problema es que no sabe utilizar su capacidad de relajación cuando le resultaría necesario.

¿Y el miedo, que os paraliza antes situaciones angustiosas, o la desconfianza en vosotros mismos («esto, nunca seré capaz de conseguirlo»), esta timidez que os congela cuando debéis hablar antes desconocidos?

Bueno, pero todos los miedosos han conocido momento de superación, los angustiados han logrado victorias, los tímidos se han sentido a gusto hablando con amigos.

Todos hemos vivido situaciones en las que hemos sido capaces de superar nuestras emociones negativas, pero hemos extraviado la llave, mezclada y escondida entre tantas otras experiencias decepcionantes que nos nublan la vista.

Silvia Chauvinhttps://www.mujeresdeempresa.com/
La Arquitecta Silvia Chauvin es editora de Mujeres de Empresa, escribe sobre temas de tecnología y redes sociales.

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