Buena parte del estrés que puede originar la puesta en marcha de un nuevo negocio tiene su origen en la necesidad de «arriesgar» una buena cantidad de dinero. Muchas veces, la apuesta es importante: simplemente, todos los ahorros de varios años de trabajo por cuenta ajena, cuando no un crédito o incluso una hipoteca.
Es evidente que un correcto análisis de cómo se va a financiar un proyecto es de vital importancia para el buen término del mismo. ¿Para qué hace falta el dinero?
La nueva empresa deberá contar con suficiente dinero para atender distintas necesidades que se presentarán a lo largo de su existencia y que, fundamentalmente, se destinarán a:
- Creación y puesta en marcha de la empresa
- Desarrollo del negocio
Todas estas necesidades de financiación deben recogerse en un Plan Financiero de la empresa, para ayudar no sólo a cuantificar la cantidad de dinero necesaria sino para coordinar y determinar como entra (y sale) este dinero.
Creación y puesta en marcha
La primera necesidad en la que se ve envuelta una nueva empresa es la de financiar su propia creación y puesta en marcha. Para más detalles sobre el coste de crear una empresa, consultar el artículo ¿Cuánto cuesta crear una empresa?
El mero hecho de crear una empresa ya cuesta dinero. El Estado, los Ayuntamientos, el Registro Mercantil, los notarios, etc. etc. van a pedir implacablemente su parte sólo por el hecho de que el emprendedor decida poner en marcha su idea.
Sin saber si la idea va a funcionar, sin haber ingresado ni una peseta hay que empezar a pagar a terceros.
Los costes de crear una empresa pueden ser relativamente importantes y hay que tenerlos en cuenta dentro de la planificación de la puesta en marcha del proyecto, entre otras razones, porque no van a ser los únicos costes o inversiones que deberá afrontar el nuevo proyecto.
Y si bien un cálculo poco ajustado en los costes de creación puede llegar a corregirse con más o menos habilidad, las repercusiones en el conjunto del proyecto pueden ser, más tarde, importantes.
Al poner en marcha una empresa será necesario, por otro lado, dotarla de medios de producción y de gestión para la operativa diaria. Aquí hará falta financiar las inversiones permanentes en maquinaria, instalaciones, etc. y financiar las primeras adquisiciones de materias primas para fabricar, o comprar los primeros productos para distribuir.
Incluso en el caso de empresas de servicios, será deseable poder pagar los sueldos al menos durante, por ejemplo, seis meses para dar tiempo a la empresa a asentarse mínimamente en el mercado.
Desarrollo del negocio
Una vez superada la fase crítica de crear la empresa, sigue haciendo falta dinero para mantenerla en marcha. Una empresa en marcha es como una locomotora que quema billetes sin parar para seguir en movimiento. Lo malo es que cuánto más velocidad toma esta máquina, más dinero se necesita para hacerla funcionar. Y lo peor de todo, es que muchas veces no queda otro remedio que coger la mayor velocidad lo antes posible.
También es posible que unos meses de menor actividad o el retraso en el cobro a los clientes haga que el ritmo de entrada de dinero sea menor del esperado y, curiosamente, el ritmo de salida de dinero siga siendo el mismo. Hará falta buscar otros mecanismos de financiación para seguir operando hasta que llegue ese dinero.
Fuentes de financiación
El capital
¿De dónde sale todo este dinero? Pues ni más ni menos que del bolsillo del emprendedor. Más exactamente, en caso de una sociedad, de su capital. Por eso es importante determinar con precisión qué capital inicial necesita la nueva empresa y no caer en la trampa de crear la empresa con el mínimo capital posible.
El capital social corresponde al conjunto de dinero (en el sentido más amplio del término) que los socios ponen a disposición de la sociedad mercantil para que pueda funcionar hasta que la propia empresa genere sus propios recursos mediante sus beneficios.
En el momento de crear la sociedad esta nace con un capital determinado aportado por los socios (más adelante, se puede ampliar) que servirá para garantizar la puesta en marcha y las primeras operaciones. Este capital tiene al menos la ventaja, desde el punto de vista de la empresa, que no se debe devolver hasta la disolución de la sociedad. Sin embargo no estaría de más generar unos dividendos para retribuir a este capital.
Otra cuestión aparte es cómo los socios obtienen el dinero para aportar su cuota de capital. Aquí es donde entran en juego los ahorros, los familiares o, si hay suerte (mejor dicho, si hay más dinero) el banco. Una vez reunidas todas estas aportaciones se convierten, al constituir la sociedad, en el capital con el que la empresa inicia su aventura.
Recursos ajenos
Como sucede muchas veces, el dinero disponible por el emprendedor no cubre las necesidades mínimamente razonables para poner ni siquiera en marcha el proyecto.
O una parte de las aportaciones es no dineraria (maquinaria, etc.) con lo que no todo el capital «empieza en el banco». Hay que obtener más dinero. Dejando de lado, las aportaciones de socios meramente capitalistas, que se incluirían en el apartado anterior y el caso particular (y casi de ciencia-ficción) del capital-riesgo, a los emprendedores o, ya concretamente, a la empresa sólo le queda la posibilidad de obtener recursos de terceros.
Los recursos ajenos, a diferencia del capital, deben devolverse en un plazo determinado y casi siempre con el pago adicional de unos intereses.
Estos recursos pueden obtenerse a corto o a largo plazo. Así, los recursos ajenos obtenidos a corto plazo deberán retornarse de forma más o menos inmediata, probablemente dentro del ejercicio en curso o en cuestión de pocos meses. Los recursos a largo plazo permiten dilatar en el tiempo la devolución del capital, aunque lógicamente pagando una cantidad mayor de dinero en concepto de intereses.
Existen dos fuentes principales de obtención de recursos ajenos:
- Los proveedores
- Las instituciones financieras
y existe aún una tercera «semi-fuente» de financiación en forma de subvenciones de la administración.
La primera fuente de financiación está en los mismos proveedores de la empresa. De la misma manera que los clientes pueden ser origen de necesidades de financiación al no pagar a su debido tiempo, los proveedores pueden «aportar dinero» si conseguimos pagarles un poco más tarde.
Durante ese (breve) lapso de tiempo, la empresa ha disfrutado de dinero en forma de mercancías, o si ha tenido la suerte de venderlas de dinero en efectivo. Lógicamente se trata de financiación a corto plazo, por no decir a cortísimo plazo (podemos hablar de 2, 5, 15 ó 60 días, por ejemplo)
La obtención de crédito por parte de los proveedores puede variar mucho de sector a sector. En sectores de distribución al por menor puede ser muy difícil surtir una tienda sin una primera ayuda por parte de los mayoristas o de los fabricantes de los productos.
En otros sectores, hasta que no hayan pasado meses o incluso años de intachable seriedad en el pago a los proveedores, es sencillamente imposible obtener financiación por parte de los proveedores.
La segunda fuente de financiación viene de manos de «los profesionales». Las instituciones financieras, aunque a veces no lo parezca, tienen por objeto prestar financiación a cambio de obtener unos intereses sobre el capital prestado.
Sin embargo, estos agentes son imprescindibles en caso de buscar financiación a largo plazo sin tener que acudir a una ampliación de capital.
En la financiación a largo plazo, los bancos van a buscar que la empresa sea capaz de generar de forma continuada los recursos suficientes para devolver el capital y los intereses pactados. En la financiación a corto plazo, también.
Normalmente la financiación a largo plazo se usa para inversiones a este mismo plazo, como instalaciones, maquinaria, etc. aunque será raro que nos otorguen esta financiación al inicio de la aventura empresarial cuando aún no se ha demostrado la capacidad de devolver las cuotas previstas. Aquí puede jugar un papel muy importante un equipo emprendedor profesional con un buen plan de empresa (aunque no nos engañemos, probablemente tu proyecto no está en Sillicon Valley).
También juegan estas instituciones un papel importante para financiar a corto plazo los periodos de baja actividad o las necesidades puntuales de caja. Mantener unas buenas relaciones con el banco y un buen historial de pago es fundamental.
Y sobre todo una excelente planificación de tesorería. Los bancos no suelen fiarse mucho del emprendedor que acude a buscar financiación a semanas vista de que su empresa colapse por falta de dinero.
Gestionar correctamente los ingresos y los pagos a corto plazo puede ser la diferencia entre seguir en el negocio o tener que dejarlo. Muchas empresas que superan la fase de creación mueren en los primeros años de su vida al no saber gestionar correctamente sus necesidades financieras. Muchas veces porque la empresa empieza a ir bien y eso ya sabemos que pide más dinero.
Beneficios retenidos
Si existe una forma saludable de financiar una empresa es a base de los propios recursos generados por la explotación del negocio.
Al menos teóricamente, los ingresos deben cubrir los gastos y las amortizaciones y dejar un beneficio a la empresa. Este beneficio puede ser distribuido a los socios en pago a su aportación de capital. Sin embargo, es muy recomendable reinvertir estos beneficios en el propio negocio para cubrir futuras (o presentes) necesidades financieras.
Curiosamente, si una empresa es capaz de generar holgadamente sus propios recursos tampoco tendrá excesivos problemas en obtener recursos ajenos, y viceversa. Es como pedir un crédito para el coche nuevo: si puedes pagar el coche al contado, es casi seguro que en el banco también te dejen el dinero para pagarlo a plazos.
En definitiva, está muy bien contar con el capital suficiente para empezar el negocio, está muy bien conocer las distintas maneras de financiarse a corto y largo plazo, pero no hay mejor manera de financiarse que disponer de ingresos saludables de forma regular.
Por eso es más importante dedicar tiempo y esfuerzos a crear un negocio fuerte que no a intentar conseguir una de subvención que tal vez no llegue nunca.
Es más, algunos emprendedores ponen en marcha su proyecto solamente cuando ya cuentan con clientes o proyectos que garanticen su funcionamiento; aunque esto también suele ser lo excepcional.
Para resumir: el dinero no da la felicidad, de acuerdo, pero ayuda a crear empresas.
Y los más importante, ayuda a mantenerlas funcionando.