Existen bifurcaciones cruciales en cada camino, en las que se quiere tomar una decisión de cambio.
¿Qué camino tomar?, ¿qué dirección seguir?, ¿continuar en la misma dirección de acuerdo a mis propios deseos y convicciones o seguir los pasos de otros? ¿Continuar la relación o romper? ¿Qué costo debo pagar por mi deseo?
Tanto hombres como mujeres, más habitual en las segundas, éstas y otras preguntas se disparan al momento de querer dar a un rumbo diferente.
En economía el verdadero costo de algo es aquello a lo que se renuncia para obtenerlo, el camino no tomado, aceptar la responsabilidad es algo fundamental y no siempre fácil.
De la in-decisión resulta a menudo una víctima fabricada por ella misma que se lamenta y se cuestiona: ¿realmente quería hacerlo? O bien aúllan voces internas que gritan: ¿por qué no lo hice? ; La culpa es de alguien; siempre hago lo que otros quieren y esperan de mí, sin reconocer-se responsable por lo hecho.
El hábito de la condescendencia, un tema cultural insertado en mentes femeninas, puede ir aumentando hasta llegar al punto que lo que hace con su vida se le escape de las manos.
Existe también otro modelo de mujer, la que vive en permanente encrucijada sin claridad acerca de lo que siente, piensa y quiere, incómoda para tomar decisiones, o sin querer tomarlas en pos de abandonar ninguna de las posibles opciones.
Su actitud indecisa es en realidad una decisión: no actuar (Ver artículo en la página sobre “el deseo oculto” de Roberto Coler).
Así pues las mujeres, necesitan convertirse en dueñas de sus propios caminos para no convertirse en víctimas – mártires, movidas por otros o por circunstancias ajenas a su voluntad.
Marta Lagarde, antropóloga mexicana, investigadora en temas de género dice: “La ciudadanía significa que la protagonista de mi vida soy yo. Instalo en mi vida cotidiana la jerarquía de ciudadana con derechos”.
Y aclara qué se entiende ser ciudadana: “Nuestra propia autoridad interna, que se logra estableciendo juicios propios, definiendo nuestros valores y afirmando nuestra estima”.
Hacer un alto en cada disyuntiva causada por propia inseguridad, mandatos establecidos o bien modelos mentales que vienen adosados a nuestro pensamiento.
Clarificar, priorizar, deliberar, evaluar el costo emocional y luego accionar en interés propio, sin dejar de tener en cuenta fortalezas y debilidades para tomar la decisión de la ruta a seguir.
Los modelos mentales o preconceptos son supuestos profundamente arraigados, generalizaciones, imágenes e historias que llevamos en la mente acerca de nosotras, modelo cultural, estereotipos a los que cuesta escapar.
La periodista Laura Di Marco, en su libro “Las jefas” pone negro sobre blanco sobre juicios y prejuicios:
«Existe un mandato bastante frecuente que las mujeres pueden ser exitosas, pero no demasiado. Que se puede ser feliz pero no del todo, ni mucho menos todo el tiempo. Siempre conviene que los demás sepan que una sufre un poco. Un consenso cultural tácito, pero que funciona”
Y continúa:
El techo de cristal interior funciona del mismo modo: los impedimentos son invisibles, pero clavan sus frenos desde las sombras.