Cuando alguien pregunta cuáles son las exportaciones de Latinoamérica y el Caribe a Estados Unidos y Europa, la respuesta suele ser café, bananas y, lamentablemente, cocaína (según The Economist).
Pero ahora hay que añadir a esto un nuevo producto de exportación: la salsa, que está generando una locura por el baile parecida a la del “rock & roll” en los años cincuenta, a la vez que supera la popularidad que tuvo el tango en los años veinte.
La salsa ha creado un nuevo nicho para la industria turística, a medida que la gente del norte viaja al sur para aflojarse un poco.
Casi todas las ciudades europeas cuentan hoy en día con clubes que ofrecen clases de salsa para todos los niveles. Lideran esta nueva moda: Inglaterra, Alemania y Escandinavia.
Pero la salsa también despierta pasiones en Japón, y está empezando a popularizarse en China y la India.
Cuba, con su sed de divisas, ha sabido aprovechar la popularidad mundial de la salsa. Los operadores turísticos ingleses, europeos y japoneses ofrecen ahora viajes a La Habana, que incluyen dos horas diarias de clases de salsa con bailarines profesionales.
También es posible contratar clases privadas en algún apartamento. Aunque esto es técnicamente ilegal, el instructor gana el salario de un ejecutivo en dos o tres horas.
La salsa cubana es vigorosa y atlética, y sus raíces africanas son evidentes. En cambio, los puertorriqueños prefieren el “estilo neoyorkino” desarrollado en los años noventa. Hay muchos estadounidenses que viajan a Puerto Rico para tomar lecciones de salsa.
Colombia y Venezuela comparten un estilo más recatado y elegante que el estilo cubano. A pesar de la gran cantidad de bandas y locales de categoría, ninguno de los dos países han logrado atraer hasta ahora a los turistas salseros, según The Economist.