Nos acercamos al nuevo siglo situado entre la prosperidad y la pobreza, la educación y la ignorancia, la comunicación instantánea y el aislamiento, la guerra y la paz.
Entre estos antagonismos la humanidad busca caminos que le permitan desarrollarse y disfrutar de una mejor calidad de vida.
El mundo ha dejado de ser aquello que pasa fuera de nuestras sociedades para convertirse en una realidad cercana y cotidiana, donde la globalización se instala como tendencia irreversible, al mismo tiempo que la integración regional aparece como la herramienta estratégica de los países para relacionarse en el nuevo escenario mundial.
Tal vez la certeza mayor de este final de milenio sea que ningún país tendrá destino si no tiene una población educada y un acceso irrestricto al mundo del conocimiento.
El conocimiento, la tecnología y las ciencias se han convertido en el activo más importante que pueda ostentar un país.
Así lo sostiene Lester Thurow cuando dice
«…La competitividad económica sustentada en el desarrollo del conocimiento se transformó en la única ventaja competitiva a largo plazo».
El trabajo se convierte, poco a poco, en el bien más escaso. Basta con repasar el diagnóstico que efectúa Jeremy Rifkin, en su libro «El Fin del Trabajo», donde describe «…el último informe de la OIT nos muestra que en el mundo hay más de 1000 millones de personas desocupadas o tecnología reemplaza al hombre….esta tendencia sólo se podrá revertir si cambia la mentalidad de los gobiernos, los empresarios y la sociedad».
Un camino es comenzar a crear espacios de reflexión y propuestas sobre la problemática del desempleo y la desocupación, donde la comunidad participe, conjuntamente con el Estado, especialmente a nivel municipal, para encontrar alternativas que reactiven las economías regionales y eviten los procesos de empobrecimiento progresivo y de exclusión social provocados por la pérdida de puestos de trabajo.
El mercado se equivoca si piensa que puede crecer en medio de una sociedad que se empobrece. Sería ingenuo imaginar que se podría crear un paraíso adentro, dejar un infierno afuera y pensar que se podrá sobrevivir.
En este sentido, estudios del Banco Mundial muestran a Latinoamérica como la región más inequitativa del mundo; aún creciendo en un 2% anual del PBI por habitante, acumulará un millón de pobres por año. Esto demuestra que los beneficios del crecimiento se concentraron; se creció, pero no todos se beneficiaron.
Nuestra Región tiene una oportunidad irrepetible para intentar una experiencia de desarrollo productivo en el ámbito del Mercosur. No obstante, los obstáculos más difíciles de vencer son la falta de conocimiento sobre el alcance y significado del proceso de integración y las formas que ofrece para desarrollar una actividad productiva.
Diagnóstico de Competitividad de la Región: Factores a tener en cuenta para lograr una evaluación correcta
El primer paso consiste en la elaboración de un «Diagnóstico de Competitividad» de la región, con el fin de medir las potencialidades y las posibilidades de inserción en otros mercados. En segundo lugar, se realizar una guía de pautas a tener en cuenta para la formulación de un proyecto viable para las Pequeñas y Medianas Empresas, complementando con la promoción de Microemprendimientos.
El Diagnóstico de Competitividad de la Región se diseñó teniendo en cuenta distintos factores decisivos al momento de evaluar la competitividad de la región y plantear la estrategia del empresario Pyme y el Microemprendedor.