Mas que un banquero, Muhammad Yunus (60 años) continúa siendo un profesor universitario de Economía que, un día, cambió las aulas por las aldeas de Bangladesh, prestando dinero a los pobres sin exigir garantías, basado sólo en la confianza.
Alexandre Coutinho: Usted defiende la idea que la deuda de los países del Tercer Mundo no debería ser perdonada sin contrapartidas. ¿Propone la creación de un fondo de microcréditos?
MUHAMMAD YUNUS – Muchas personas piden el indulto de la deuda, pero eso no me entusiasma, sobretodo si se hace sin condiciones. Defiendo el perdón con condiciones.
Quiere decir que el dinero debe ser pagado al propio país, a través de la creación de un fondo puesto a disposición de las organizaciones de micro-crédito y en beneficio de su pueblo. Las que dejarán de acudir a las dádivas o los préstamos externos.
A. C.:- ¿El problema es que esos países no disponen de medios para pagar esas deudas?
M.Y. – No es necesario pagar todo de una sola vez. Los pagos deben hacerse según las posibilidades de cada país.
A. C.:- Esto solo para hablar de la corrupción…
M.Y. – Es claro. Por ese motivo estoy en contra del perdón incondicional. El hecho de que un país acreedor prescinda de recibir la deuda no significa que el dinero pueda ser gastado de cualquier manera. Un representante de la dirección del fondo debería vigilar la correcta aplicación del dinero. Es la garantía de que ese dinero llegará a las personas y no a las manos del Gobierno.
A. C.:- ¿Cómo se le ocurrió la idea de prestar dinero a las personas?
M.Y. – Yo no tenía la intención de conceder préstamos, fueron las circunstancias que me llevaron a eso. Estaba enseñando Economía en la Universidad de Chittagong durante los años que siguieron a la independencia de Bangladesh y había muchas dificultades.
El país, en vez de progresar, se estancaba y, en 1974, enfrentábamos un período terrible de hambruna. Vi morir de hambre a muchas personas y estaba frustrado, sin saber qué hacer para ayudar. Al final, todas las grandes teorías de desarrollo que enseñaba no nos ayudaban.
“Trabajamos en unas 40000 aldeas. Prestamos 2,4 millones de dólares y el 94% de nuestros clientes son mujeres. Y el banco les pertenece.”
Era preciso mirar al mundo como un ser abstracto, pero como si se tratase de una persona e intentar ser útil. Aunque fuera a una sola persona. Fui a la aldea más próxima al «campus» universitario a visitar a los pobres, así comenzó todo.
Vi el sufrimiento de la gente, su dependencia de los usureros que les prestaban casi siempre montos muy pequeños. ¿Por qué no hacer una lista de esas personas e intentar ayudarlas?
Con la colaboración de algunos alumnos hicimos una lista de 42 personas y llegamos a la conclusión que el total de dinero necesario era 27 dólares!!! Dios mío! Nosotros hablábamos de millones de millones y dólares para invertir y desarrollar la economía del país y había personas que apenas necesitaban un dólar.
A. C.:- Cuando hizo esa lista ¿buscó a las personas que ya tenían alguna habilidad o vocación para trabajar?
M.Y. – No me preocupé con eso. El objetivo era saber quienes dependían de los usureros. Todos los que tenían deudas integraban mi lista, aunque no sabía que hacer con ella. Cuando vi el total quedé shockeado y mi primer impulso fue agarrar el dinero y dárselos a las personas.
No imaginaba como una cantidad tan pequeña podía provocar tanta excitación y dejar feliz a tanta gente. Entonces ¿por qué no ir más lejos y prestar más dinero? Y eso me llevó al banco, el que se negó a prestar dinero a los pobres con la excusa que ellos lo gastarían todo en bienes de primera necesidad y serían incapaces de reembolsar.
Además, no tenían garantías reales y las cantidades eran tan insignificantes que el negocio no presentaba ningún interés.
Después de seis meses de negociaciones, aceptaron finalmente prestarles dinero teniéndome como garante. ¡Y funcionó! Las personas pagaban regularmente y eso me entusiasmó y me dio coraje para extender esos préstamos a otras aldeas.
Finalmente pensé en crear un banco independiente y le propuse la idea al gobierno. Sólo obtuve la autorización para crear el Grameen Bank dos años más tarde, en 1983. Hoy trabajamos en unas 40 mil aldeas de un total de 68000 existentes en Bangladesh; tenemos 12000 funcionarios, prestamos 2,4 millones de dólares y el 94% de nuestros clientes son mujeres. Y el banco les pertenece.