Charles Collier, autor de “Wealth in Families” (La Riqueza en las Familias, no traducido al español), sostiene que formular las grandes preguntas tiene una enorme importancia para resolver las diferencias familiares.
El autor cuenta que normalmente cuando pregunta a una pareja qué es lo que más desea para sus hijos, la respuesta es “que sean felices”. Pero luego, frente a la pregunta de fondo, que es “¿qué los va a hacer realmente felices?”, la respuesta que sigue es: “que puedan apasionarse con algo”.
He aquí, entonces, una de las claves de los deseos de los padres respecto de sus hijos: lograr que se comprometan con aquello que pueda dar un sentido a sus vidas.
Las preguntas siguientes son cómo podemos nutrir el crecimiento y desarrollo de los miembros de nuestras familias y qué lugar ocupa el dinero en este viaje por la vida. Al discutir estas cuestiones, las tensiones financieras y las diferencias familiares pueden ser resueltas más armoniosamente.
Hay otras preguntas que las familias deben hacerse, como cuál es el significado de nuestra fortuna financiera, cuáles son los valores que quiere preservar nuestra familia y cuál es el propósito de nuestra familia (lo que Stephen Covey, en “Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”, menciona como “la misión familiar”).
Collier destaca que la riqueza financiera es apenas una herramienta para incrementar el crecimiento de cada miembro del grupo familiar, sea cual fuere su viaje en la vida. Y resalta que una familia no dispone, exclusivamente, de un capital financiero.
También cuenta con el capital humano -conformado por los talentos y las capacidades de cada uno- y el capital intelectual, compuesto por el conocimiento, la capacidad de comunicación y las habilidades para sortear las diferencias y los conflictos.
Y, como una riqueza significativa, Collier sitúa al capital social, que incluye el compromiso cívico, la capacidad de formar redes sociales con la comunidad y poder extender las actitudes de cuidado más allá de la propia familia.
Es importante tener en cuenta, sostiene el autor, que la armonía familiar es un proceso de aprendizaje que toma toda la vida.
Entonces, en el momento de tomar decisiones, es cuando hay que preguntarse en qué parte del proceso de aprendizaje se está, dónde está la familia, qué es lo que hay que hacer a partir de ese instante y cuál es el impacto que la familia está dispuesta a tolerar para poder seguir viviendo en armonía.