A continuación transcribimos un resumen de la ponencia de la Lic. Ana Bela Pereira da Silva en el panel dedicado al tema «Visión, Fuerzas y debilidades de un nuevo orden económico y social».
Reflexioné, dice la Lic. Pereira da Silva, basándome en mi experiencia personal, como mujer, empresaria y dirigente asociativa y decidí compartir con ustedes las convicciones, pensamientos y líneas de orientación estratégica de una actuación personal que se basa, también, en valores con compromiso social.
No es posible, nunca, disociar en nuestro análisis las relaciones existentes entre las esferas POLÍTICA y ECONÓMICA, y nosotras, como empresarias, y por el hecho de que creemos en el papel del asociativismo y de la sociedad civil, como reguladora del poder político, tenemos que tener muy clara esta situación.
Este nuevo orden económico y social se asocia con la finalización de la división de los mercados y de los sistemas políticos e ideológicos en dos grandes bloques: el Capitalismo – los EUA y el Comunismo – la URSS – Unión Soviética.
En esta nueva VISION, se abren mercados que antes eran de muy difícil acceso o que estaban vedados. De este modo, se amplían las zonas y nuestros potenciales clientes se extienden a países, regiones y culturas diferenciadas. Este es un factor fundamental de crecimiento económico para los países, y de desafío para las empresas.
Este es el fin de los dos bloques y de la emergencia y equilibrio de varios bloques regionales, de intereses y culturas variadísimas. Como ejemplo, tenemos la UE, el NAFTA, el MERCOSUR, la ASEAN, etc.
Pasamos de la rígida división, al reparto. Lógicamente que tenemos que asociar a todo este contexto el fenómeno complejo de la globalización. Pero no precisamos ser genios para percibir de inmediato que existen dos contradicciones extraordinarias:
- Primero, para que haya mercado es necesario que haya poder económico, poder de compra; es necesario crear riqueza y distribuirla en donde menos existe (fuera de los EUA, Europa y Japón…)
- Segundo, los mercados se amplían potencialmente a todos, no sólo a algunos, por lo tanto, la competitividad y la competencia serán mucho más feroces.
Y pensemos, a título de ejemplo, en el dumping social, en la actuación de las multinacionales o de los grupos transnacionales y en la deslocalización de las unidades de producción.
Pero, también existen presupuestos que, de partida, son positivos: la existencia de un mercado global potencial, la velocidad de las comunicaciones; la libre circulación de bienes y capitales (y, teóricamente, de las personas, porque en la práctica no existe ninguna).
Pensemos en lo que sucedió recientemente, y de la dimensión global que tuvieron los últimos rounds de la Unión de Comercio Internacional, en Seatle, EUA, y en Alemania, con las manifestaciones por la reunión del G7.
No me voy a extender sobre todos estos fenómenos, casi todos muy recientes, nuevos, porque todos nosotros ya hemos reflexionado sobre las varias dimensiones del fenómeno complejo de la Globalización, durante el XI CIME, realizado el año pasado en Estoril, (Portugal).
Tampoco me voy a pronunciar sobre el proceso de internacionalización de las PyMEs y los riesgos y desafíos que implica en sí mismo, ni sobre las repercusiones de las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación – las TIC – porque también estos temas fuero explorados en Estoril y, con certeza, en muchos otros espacios de reflexión y de debate.
Creo que ningún fenómeno, concepto o tecnología son, por si mismos, negativos o positivos, buenos o malos, fuertes o débiles. Dependen sí, de la forma cómo se desarrollan, realizan o ejecutan, y de los objetivos que pretendemos alcanzar.
Por esta razón, lanzo el desafío de que pensemos sobre el concepto de CIUDADANÍA EMPRESARIAL, (también llamado balance social de empresa, o de alguna otra forma en Europa), lo que se relaciona con el gran tema del XII CIME: «Abriendo puertas… a los nuevos mercados recíprocos y empresas con compromiso social».
La competencia feroz y exacerbada no puede dar lugar a una actuación empresarial de meros predadores. La deslocalización, los aumentos de competitividad y de competencia por sí mismos, no son fenómenos negativos. Entonces, ¿qué es necesario?
Es necesario reforzar, «obligar» voluntariamente, (y no se rían de esta expresión), a las empresas para que asuman un papel de soporte al desarrollo, en dos vertientes:
- Primero: internamente
- Segundo: en la región en la que se encuentran trabajando.
En la primera vertiente, proporcionando educación, formación, calificación y beneficios sociales a sus trabajadores que apunten a su crecimiento, madurez y a la mejoría continua de su desempeño, en tanto colaboradores e intervinientes activos de un PROYECTO DE EMPRESA, y en tanto participantes activos de un proceso de desarrollo sustentable a nivel regional y nacional.
Esta perspectiva no es utópica. Hoy, después de muchos años de teorías y abordajes de la gestión estratégica y del liderazgo de las empresas, hechas por los grandes GURUS, por olas o por modas, y no adaptadas a las realidades empresariales dominantes, se reconoce que, alcanzados los niveles de desarrollo tecnológico competitivo, son las PERSONAS, los recursos humanos de las empresas los que marcan la diferencia, refuerzan la competitividad y marcan los puntos finales en los grados de competencia, en la segmentación y shares de mercado a alcanzar.
Por lo tanto, INVERTIR EN LAS PERSONAS, es uno de los puntos cruciales de diferenciación y conquista de mercados, y un valor agregado que trasciende la propia empresa y queda adquirido en la sociedad, aunque ella misma se deslocalice.
En la segunda vertiente, tendremos que ecuacionar el cómo, y hay mil formas posibles que dependen, básicamente, de la región, de la actividad de la empresa y de la dinámica regional existente, pero tiene que contribuir al desarrollo sustentable de la región donde se inserta.
Sólo a título de ejemplo, patrocinando otras organizaciones y proyectos de cariz social; desarrollando planes de salida, cuando se reduce el número de trabajadores o se deslocaliza (creación de empleo propio o de micro negocios; recalificación de sus trabajadores; planes de reforma anticipados y fomentar, paralelamente, el trabajo voluntario, etc, etc); contribuyendo al objetivo igualdad de oportunidades…
Y también aquí, el interés de las empresas, no es de despreciar.
Hay que trabajar en el MARKETING de empresa, de grupo, de segmentos objetivos y también, en el marketing interno y en la cultura de empresa, porque son indispensables los aumentos de productividad.
Estas son algunas de las dimensiones del concepto de CIUDADANÍA EMPRESARIAL.
Con todo, no seamos ingenuos. Para que ésto sea posible, es necesario que existan políticas concertadas transregionales, transnacionales o, por lo menos, intra bloques.
Estamos delante de cuestiones semejantes a las que se colocan en el caso del AMBIENTE, con su gran ambigüedad de definición de límites, de fronteras, del impacto final de las catástrofes ecológicas. Sólo concertando y negociando es posible alcanzar resultados.
Aquí, nuestra responsabilidad es doble: como mujeres y como empresarias.
Y ahora, el debate, el intercambio de experiencias y de acciones conjuntas marcarán el futuro.
¡Animémonos a hacer las cosas en forma diferente! ¡Tengamos el coraje de negociar en todos los niveles!