Como ustedes ya saben, el Ministerio de Trabajo de Argentina lanzó hace unas semanas un concurso de creación de empresas, consistente en 10.000 dólares de premio o subsidio para los 160 mejores proyectos presentados por emprendedores o pequeñas empresas ya en marcha.
Creo que la experiencia que recogimos guiando emprendedores a la presentación de este concurso puede ser de interés para todos los lectores, aún fuera de Argentina.
Las bases del concurso se publicaron en el sitio del Ministerio de Trabajo.
En esencia, se requería que los proyectos tuvieran una institución tutora, capacitada para controlar y orientar a los emprendedores que ganaran el concurso, y que se presentara un mini-plan de negocios.
Esto es, una descripción del producto, el mercado, los protagonistas y toda otra información necesaria para evaluar la factibilidad y perspectivas del proyecto de negocios.
Debido a mi formación de investigador científico estoy acostumbrado a escribir pedidos de subsidio, a gerenciar proyectos y presentar rendiciones. Además, en los últimos años he participado como gestor en varios proyectos similares para programas de la Secretaría de Estado de Ciencia y Tecnología, de la Ciudad de Buenos Aires, del Ministerio de Economía y de otras instituciones.
La mecánica suele ser muy similar en todos estos programas ya que, en su mayoría, se realizan con fondos y reglamentos procedentes de las mismas instituciones financieras internacionales (básicamente el BID y el Banco Mundial).
Paradojas de un país que necesita desesperadamente fondos
Una dificultad con la cual tropiezan muchos proyectos de desarrollo económico impulsados desde el Gobierno es el vínculo con las empresas o los emprendedores, que se espantan ante la burocracia que rodea las presentaciones, y son víctimas de una crónica desconfianza (en parte, justificada) hacia todo lo que venga del gobierno. En consecuencia, muchas veces los programas de ayuda fracasan y no pueden entregar a los destinatarios previstos los fondos que tienen asignados. Esto significa que el dinero inmovilizado debe ser devuelto al BID o a la institución aportante, con los intereses y punitorios (enfatizo, punitorios!) correspondientes…
Para salvar esta dificultad se recurre a las ONGs, que pueden captar el público apropiado e intermediar entre el aportante de los fondos y los beneficiarios. Normalmente, retienen por este servicio un porcentaje que va entre 5 y 25%, según el tipo de tarea que realicen. En este concurso había $ 2.000 para la institución tutora, que se traducirán en asistencia a los emprendedores ganadores a lo largo de un año.
Como institución tutora, suelo presentar a una ONG llamada FUNPRECIT, especializada en transferencia de tecnología y con amplia dedicación a la gestión de subsidios. En esta oportunidad, me llamaron para avisarme de la existencia del concurso y para pedirme que los ayude a captar y elaborar proyectos. Pocos días después, y en forma casual, me llamó Silvia Chauvin de www.mujeresdeempresa.com, preguntándome sobre algún programa de subsidios para las usuarias de su portal. En seguida armamos un plan de trabajo, incorporando a otros dos protagonistas locales del tema Emprendimientos, Inés Arribillaga de Emprendedoras en red y Giancarlo Baruzzini de Latinoemprendedores, quien luego se retiró del proyecto.
En mi página lancé una convocatoria de proyectos, ofreciendo charlas gratuitas, asesoramiento por email y un taller de proyectos presencial, todo con miras a la presentación del pasado viernes 27. Cada uno de nosotros utilizó además sus medios de comunicación preferidos: newsletter, mail directo a los candidatos posibles, promoción en el sitio Web. Como resultado de estas campañas, obtuve 600 visitas a la página mencionada, generada para este propósito, una treintena de interesados firmes, algunos de los cuales solicitaron asistencia paga, y 9 proyectos presentados, siendo 4 de ellos muy competitivos.
Las reuniones informativas gratuitas, convocadas en conjunto con los demás participantes del grupo, acercaron a unas 90 personas. MujeresdeEmpresa presentó, por su parte, una veintena de proyectos. En todos los proyectos captados se refleja, en diferente grado, el esfuerzo de cada uno de los miembros del equipo. Cada uno pudo comparar la eficiencia de sus herramientas de e-marketing, el resultado cuantitativo y cualitativo que lograron, lo cual es una buena enseñanza de este trabajo.
Con respecto a los proyectos en sí hay, en general, una enorme falta de educación entre los aspirantes a empresarios. Debo decir que muchos padecen de la soberbia característica de los argentinos y, sobre todo, de los porteños, tal como la refieren los muchos chistes de argentinos que circulan por la red… «Mi proyecto es muy bueno», «Yo, de esto, sé un montón», «Esto tiene que andar seguro». Y tan convencidos están que no se molestan en averiguar el mercado de su producto, de investigar la competencia, de sumar correctamente las ganancias y de restar apropiadamente los gastos y los impuestos. Tampoco en preparar los proyectos con anticipación y prolijidad.
Silvia me refirió el caso de un señor que se acercó a MujeresdeEmpresa para presentar un proyecto y que en su plan de negocios, donde le preguntaban por la competencia, había respondido: No sé, ni me interesa!!! Y cuando tenía que describir la forma de comercialización del producto, contestaba: Las que sean necesarias, ya veremos, pondremos vendedores ambulantes, exportaremos…
Silvia, con una calma que le cuesta conseguir, lo mandó al supermercado a investigar un poco a la competencia y le subrayó la incoherencia de comercializar un producto en la calle y pretender al mismo tiempo, exportar a Europa. Como «broche de oro», para la construcción del galpón practicamente no gastaba material alguno ya que, según él, en la zona había mucha piedra y eso le permitía ahorrar en ladrillos. Nos quedamos pensando si tendría algún joint venture con el establecimiento carcelario local, por lo de las piedras, digo…
Por otra parte casi todos los aspirantes tenían el vicio común de los usuarios de Internet acostumbrados al TodoGratis.com. Pretendían que -sin pagar- les escribiéramos el proyecto por completo, les planificáramos la producción, les estimáramos los costos, les imprimiéramos los formularios y se los presentáramos a tiempo, para luego enviarles por correo caracol (postal ) el recibo oficial correspondiente.
Un par de anécdotas para ilustrar lo antedicho
A las 18 hs. se cerraban las puertas de la oficina y, los que no habían podido entrar, perdían toda oportunidad de entregar proyectos. Me estaban faltando 3 buenos proyectos de un asociado de negocios. Por radio me avisaron que estaban buscando donde estacionar el auto. Quienes conocen la ubicación del Ministerio saben que estacionar allí un viernes a la tarde es una hazaña imposible para cualquier vehículo mayor que una patineta. Preocupado, bajé a la puerta del edificio y me quedé del lado interno de la barrera de contención. Una despistada secretaria se acercó a las 18.10 con tres carpetas bajo el brazo. La chisté, le arrebaté las carpetas y, sin darle mucha explicación, subí a entregarlas. De reojo la ví suplicándole inútilmente al ordenanza que la dejara pasar…
Arriba había una larga cola esperando que los evaluadores verificaran que los proyectos cumplieran los requisitos mínimos. Estimamos que se estaban presentando 3000 proyectos de todo el país, para los escasos 160 premios. Luego comprobaríamos que se presentaron 106 de Capital Federal y casi 2700 del conourbano, además, por supuesto, de los presentados en las delegaciones provinciales. Me encontré allí a mis co-equipers completando a mano los últimos formularios. Algunos proyectistas nos consultaban todavía sobre cuantos empleados contratarían o a qué precio venderían la mercadería. Unos escribían, otros calculaban, algunos dibujaban. Silvia y yo habíamos llevado varios ejemplares de nuestros curricula para adosarlos a los proyectos que por error los habían omitido. También prestábamos lapiceras y formularios en blanco. El colmo fue una emprendedora que, como no podía leer la letra chica, le pidió prestados los lentes a Silvia….
Una última «perlita». Interesante conversación escuchada en la cola
Cuatro jóvenes universitarios comentaban sobre sus posibilidades de ganar el subsidio y se preguntaban por qué hay gente que lee el proyecto, mira los números y los fulmina a preguntas y comentarios.
Respuesta: porque encuentran toda una serie de incongruencias, básicamente producto de «yo me las sé todas, no necesito pagar ningún consultor»… Además, cuando le hicimos notar que, si no ganaban el concurso, todavía podían conseguir un crédito a tasa cero (calma, ya lo explicaremos la semana que viene) uno de los supuestos «emprendedores» contestó: Y ¿quien quiere un crédito???. ¡Tasa cero o no tasa cero, un crédito hay que devolverlo!
Realmente, el joven nos dejó sin habla ya que, por definición, para ser empresario hay que correr riesgos, incluyendo tomar un crédito, errar en la evaluación y tener que pasar estrecheses para devolverlo…
Para eso justamente se realizan los planes de negocios, joven, para analizar el emprendimiento y encontrar la forma de minimizar los riesgos.
Con esa «cultura emprendedora» nos vá como nos vá …
Es interesante comentar que pudimos comprobar que, en un número aterrador, la filosofía del jóven en cuestión impera en nuestra clase media. Antes de ofenderse, por favor, compruebe si es su caso y luego de una miradita alrededor. ¿Todavía cree que no tenemos ninguna responsabilidad en lo mal que nos vá? Insisto en que, si hacemos estos comentarios, es con el solo propósito de que nos sirva para reflexionar o, mejor aún, abrir un debate.
Casi dos horas después del cierre de las puertas terminamos de entregar el último proyecto y pudimos retirarnos. Abajo esperaba la secretaria retrasada, ansiosa por saber el destino de sus proyectos. Le entregué el acuse de recibo y pudo, así, trasmitir la noticia a su jefe, que seguramente seguía dando vueltas con el auto.
Por favor, para el próximo subsidio nadie me diga que «yo de esto sé un montón y no necesito ir a ningún taller»….
Pido disculpas a las usuarias de este site por descargar la ira acumulada. Por supuesto que lo que aquí comenté fueron los puntos que, a mi juicio, necesitamos corregir si queremos alguna vez tener una economía pujante.
Entre los planes de negocios que recibimos encontramos varios sumamente interesantes y dignos de premiar, otros menos brillantes pero perfectamente desarrollables y sostenibles en el tiempo (lo que no es poca cosa) sin olvidar también que hay mucha gente razonable y con muchas ganas y capacidad para salir adelante. Prometo, la próxima vez, hablar de Planes de Negocios para Internet con mayor objetividad.