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InicioSociedadDeméter y Perséfone. El Mito de la Transformación Cíclica

Deméter y Perséfone. El Mito de la Transformación Cíclica

Deméter y Perséfone -Ceres y Proserpina para los romanos- las diosas gemelas percibidas como madre e hija, representaban para los pueblos de la antigüedad los poderes de la naturaleza, su transformación y emergencia cíclica.

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Los Misterios de Eleusis que celebraban a estas Diosas eran ritos de pasaje destinados a personas adultas que proporcionaron un espacio sagrado para vivenciar nuevos estados de conciencia y una percepción de la vida que surge de la muerte.

Conocemos este mito por los poetas griegos de la segunda mitad del primer milenio a. C. que tomaron el mito de una tradición oral anterior, varios siglos después de las invasiones de nómades guerreros de las estepas caucásicas producidas durante la Edad de Bronce y de Hierro, conocidos como indoeuropeos.

Estos pueblos invasores, aqueos y dorios, conquistaron la cultura de la Diosa agrícola e introdujeron reformas sociales y religiosas colocando a Démeter, Perséfone y otras deidades bajo la influencia de Zeus, Poseidón y Hades, los dioses de los nómades.

El mito de Deméter y Perséfone procede de una tradición agrícola pre-helena que adoraba a la Gran Diosa, la creadora primigenia en la Antigua Europa y Medio Oriente.

A comienzo de este siglo la arqueóloga Jane E. Harrison fue una de las primeras eruditas en señalar la antigüedad de las diosas del panteón griego respecto de los dioses indo-arios de épocas posteriores.

Advirtiendo que en Olimpia donde Zeus gobernó como deidad suprema, el templo de Hera, el Heraión antecede por mucho al templo del dios del Rayo y que el matrimonio de Hera con Zeus no existió desde el principio como tampoco la paternidad de Zeus sobre Atenea, la ancestral diosa de la sabiduría, hija de la titana pre-helena Metis.

El culto a Deméter y Perséfone continuó en la cultura helena que emergió luego de las conquistas no sólo porque los nómades guerreros se asentaron en los poblados agrícolas que invadieron adoptando el estilo de vida sedentario sino porque la mentalidad sagrada de los dioses guerreros no poseía una cosmovisión tan desarrollada sobre los misterios de la vida, la muerte y el renacimiento.

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Pero, como veremos, adoptaron el mito y el culto con significativas variantes.

El mito griego

rapto de Proserpina
Rapto de Proserpina, escultura de Bernini ubicada en la Villa Borghese

Las versiones griegas cuentan que Hades, dios del inframundo que rige en el Tártaro o Mundo de los Muertos secuestra a Core-Perséfone, la hija primaveral de Démeter cuando ella recogía flores en los campos acompañada de un cortejo de ninfas para hacerla su esposa a la fuerza.

En los relatos se destaca el dolor de Démeter, la diosa de la fértil Tierra ante la desaparición de su hija y su búsqueda desesperada.

Ella abandona el Olimpo, la sede de los dioses y comienza a buscar a Core durante nueve días y noches, sin beber ni comer.

En su peregrinaje la acompaña Hécate, la diosa de las Encrucijadas (o Anciana Sabia que con la Doncella y la Madre forma la Triple Diosa pre-patriarcal). Deméter se viste de negro en señal de duelo, transformando su belleza y esplendor divino en la imagen de una madre humana angustiada.

En su peregrinaje llega a la casa de la reina Metanira en Eleusis y es tomada como nodriza de Demofonte, hijo menor de la reina. En agradecimiento por la hospitalidad Deméter decide convertir al niño en inmortal colocándolo en el fuego sagrado.

Pero la reina asustada interrumpe el proceso y la Diosa revela su verdadera identidad dando indicaciones para que se construya su templo en Eleusis donde se llevarán a cabo sus misterios sagrados. Además, entrega a Triptólemo, otro hijo de la reina, un carro tirado por serpientes y las semillas para que difunda uno de sus mayores dones: la agricultura.

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El joven príncipe había informado a Demeter sobre el rapto de Core presenciado por sus hermanos que vieron cómo se abría la tierra para que entrara un carro tirado por corceles negros. El rostro del conductor era invisible y con el brazo derecho sujetaba fuertemente a una muchacha que gritaba.

Con esa información, Deméter y Hécate van ante Helios, el dios sol «que todo lo ve» para que admita ante ellas quién es el raptor. Helios confirma la sospecha de Démeter: Hades, el hermano de Zeus es el secuestrador de Core. Démeter está tan indignada que deja de sustentar la vida, impidiendo que florezca sobre la tierra.

Zeus envía regalos y mensajes a Deméter para que deponga su actitud y acepte los hechos, es decir su voluntad y la de su hermano. Pero ella responde que la tierra seguirá estéril hasta que Core sea devuelta. Entonces Zeus, dios del Olimpo, ordena a su hermano que devuelva a Core, diciéndole que si no lo hacía «todos estaremos acabados». También le respondió a Demeter que su hija sería restituida siempre y cuando no haya probado la comida de los muertos.

Mientras tanto, en el Tártaro, Core llora contínuamente, negándose a comer o beber los manjares que Hades le ofrece. Ocultando su bronca por la noticia recibida de su hermano, Hades se acerca a Core y le comunica que él la dejará en libertad porque ve que es desdichada y su madre llora por ella. Entonces Core deja de llorar y acepta las semillas de una granada que Hades le ofrece.

Finalmente, en Eleusis, Demeter se reencuentra con su hija abrazándola llena de alegría. Pero un testigo informa sobre la granada y Deméter se sintió muy desalentada al saber que Core había comido en el mundo de los muertos quedándo así vinculada a Hades. Entonces dijo: «No volveré al Olimpo ni anularé mi maldición sobre la tierra».

Desesperado Zeus instó a Rea, madre de Hades, Demeter, Zeus y demás dioses olímpicos, para que suplique a Demeter no cumplir su amenaza.

Al final se llega a un acuerdo: Core-Perséfone pasará tres meses con Hades en el Tártaro y el resto del año con Démeter sobre la faz de la tierra, una metáfora de los procesos naturales. Hécate se encargará personalmente de la protección de Core ofreciéndose como garante para hacer que el pacto se cumpla.

Alteraciones al mito original

Mucho antes que Hades, Core con el nombre de Perséfone era la Reina de los Muertos cuyo fruto sagrado de vida era la granada. Junto a Hera, la Reina del Cielo y Demeter, la Madre Tierra, Perséfone formaba parte de una tríada divina femenina muy antigua conocida con distintos nombres y atributos en la Europa Antigua y Medio Oriente.

El rapto de Core al igual que el matrimonio forzado de Hera con Zeus y la violación de Posidón a Demeter son evidencias de los acontecimientos históricos antes mencionados documentado por la arqueología moderna.

En los tiempos helenos cuando el mito es redactado, las diosas de la tierra y de la sabiduría femenina habían perdido su estatus anterior subordinadas a los héroes y dioses, «esos bárbaros marimachos», según el historiador Arnold Toynbee, que tanto desagradaban a los filósofos griegos de la época clásica.

Si bien los filósofos comenzaron a tratar la cuestión sagrada en términos abstractos sin prefigurar diosas y dioses, conservaron algunos prejuicios de los nómades indoeuropeos sobre la mujer y lo femenino.

En la cultura helena los Misterios de Eleusis eran practicados por ambos sexos y por todas las clases sociales a excepción de los homicidas. Las mujeres conservaron algunos ritos femeninos pre-patriarcales como la Tesmoforia en un marco de creciente subordinación de la mujer al varón.

Por ejemplo, en las ciudades-estados la mujer no podía votar ni poseer bienes y sus matrimonios eran concertados entre el padre y el novio. Por su parte, las hetairas y cortesanas -antiguas sacerdotisas orgiásticas de la Diosa- conservaron cierta libertad y autonomía interviniendo en la vida intelectual y política de los varones con sus habilidades eróticas-poéticas.

Aspasia, una cortesana fue la amante y compañera intelectual de Pericles y Diótima fue para Sócrates la sacerdotisa que le enseñó la filosofía del amor en «El Banquete» de Platón. Sin embargo, tanto Pericles, Platón y otros pensadores consideraron a la mujer como inferior al varón cuya única función era engendrar hijos en el cerrado ámbito del gineceo.

La amenaza de Demeter de dejar la tierra yerta e infértil hasta que su hija le fuera devuelta del Tártaro donde Hades la tiene secuestrada, revela el antiguo poder de la Gran Diosa como gobernante y legisladora de las leyes ecológicas y éticas. Pero la treta de la granada y los tres meses que Core-Perséfone debe permanecer en el Mundo de los Muertos como esposa de Hades es una metáfora patriarcal para que sea aceptada la supremacía de los dioses masculinos.

Los dioses y héroes invasores, además de someter a Demeter y Perséfone, persiguen, violan o matan a otras manifestaciones de lo divino femenino encarnado en ninfas, serpientes sagradas y sacerdotisas.

En este sentido, los mitos griegos sirvieron para crear en la conciencia femenina la dependencia al varón y atemorizar a las mujeres con la violencia o la violación para que dejaran de actuar líbremente como sucedía en época de la Diosa pre-patriarcal y así afirmar el dominio masculino en lo sagrado como en lo cotidiano.

Por eso, para comprender la importancia de este mito de transformación cíclica necesitamos recuperar su visión original para percibir los valores que el mito puede aportar.

La Gran Diosa

Para la arqueóloga Marija Gimbutas -que excavó poblados agrícolas en Europa del Este con una antigüedad de 7000 y 8000 años- las diosas del tipo de Deméter representan a la Dadora de Vida y Dispensadora de la Muerte cíclica.

Ella es útero y tumba similar a la Pachamama de los indígenas latinoamericanos. Y su hija Perséfone es la Doncella del Renacimiento y la Regeneración indentificada con la luna, la primavera, las serpientes y el Mundo Subterráneo.

Esta Gran Diosa, desdoblada en dos o tres aspectos, representa el poder sustentador de la vida presente en las fuerzas y energías de la tierra, con sus florecimientos y repliegues estacionales que influían en la vida de las personas y en sus formas culturales.

Los pueblos agrícolas veneraban estos arquetipos sagrados femeninos para obtener alimento, salud y bienestar sabiendo que Demeter-Perséfone era su fuente de origen, la Diosa de los comienzos o Diosa de la Creación que periódicamente volvía a recrear el mundo manifestando la abundancia de los comienzos en cada primavera y en cada cosecha.

A pesar de las distorsiones helenas, en la mitología griega hay una línea contínua que va desde Eurínome -la creadora pelasga- a través de Gea y Rea, abuela y madre de Demeter, que persiste en Perséfone como diosa de la Vida y de la Muerte cíclica.

En Perséfone tenemos a la ancestral diosa que desciende al Mundo Subterráneo actuando redentora o resurrectora; un rol mítico también característico en Inanna, Ishtar e Isis. La Gran Diosa engendra no sólo hijas divinas sino también hijos y amantes-consortes identificados con el potencial de la vegetación, el cereal y el renacimiento cíclico.

Dentro de los Misterios de Eleusis esta el culto de Dioniso, dios de los nuevos brotes y arquetipo masculino, y el de Adonis como amante de Perséfone-Afrodita para celebrar el «hierosgamos» la unión sexual sagrada de la pareja divina.

Rastros del mito original

Como Diosa Madre, Deméter engendra a su Hija junto con la creación simbolizada en la primavera y la agricultura. Ambas viven juntas poniendo en marcha los ciclos de vida cósmica, vegetal, animal, humana o sea, los procesos naturales.

La Hija recibe las iniciaciones de la Madre para que colme de poder y sabiduría esos ciclos, ejerciendo como protectora de las leyes de la Diosa Madre. A medida que crece y madura, la Hija comienza a alejarse de la Madre. Recorre distintos lugares animando la creación y por donde ella camina todo crece y florece.

Un día escucha unos lamentos que provienen del fondo de una cueva. Entonces la Hija enciende una antorcha y desciende al Mundo Subterráneo de los Muertos. Cuando éstos ven la luz dejan de gemir y se alegran con la presencia de la joven diosa.

Como Perséfone es la Diosa de la Vida y la Regeneración, los muertos encuentran en ella una esperanza de renacimiento. Ella se queda a vivir con los muertos siendo su Reina-sacerdotisa ofreciéndoles el fruto del Árbol de la Vida: la granada.

Su estancia en este ámbito trae el otoño y comienzan los repliegues cíclicos permitiendo a la naturaleza y a los seres vivientes despojarse de lo viejo en espera de lo nuevo. Un proceso también vivido por las almas de los muertos a las cuales Perséfone está iniciando para su ingreso en otra forma de vida.

Después de educar, iniciar e impulsar a la Hija, Demeter se repliega ante su ausencia asumiendo su faz de Hécate, diosa otoñal e invernal de la tierra y de las encrucijadas.

En este sentido, ella no es una madre desesperada ni una mujer atormentada por la pérdida sino una Anciana Sabia oculta en las raíces y las hierbas curativas, debajo de la tierra y dentro de las cuevas donde la vida se refugia hasta que el ciclo de vida se complete.

Este retraimiento de la Madre, más el descenso de la Hija al Mundo de los Muertos, manifiestan a la «Tomadora de Todo», la dispensadora de una «muerte temporal», resguardando en lo profundo de su ser divino y de cada ser vivo la llama de la vida en estado de latencia y espectación.

El grano de cereal aventado y almacenado en las vasijas del templo de la Diosa agrícola también era un «muerto durmiente» en espera de su futura resurrección en la nueva planta.

Cuando los habitantes de la cultura agrícola de la Diosa sembraban enterrando esas diminutas semillas secas e inertes, éstas seguían la simbólica del invierno y de la muerte cíclica. Las semillas debían ser sepultadas en el útero-tumba a la espera del milagro que las convertía en una potente fuente de alimento y prosperidad.

La siembra y el invierno a su vez recordaban la gestación uterina cuando la sangre menstrual de la mujer fluía hacia adentro para alimentar el feto que crecía en las penunbras de su cuerpo.

Con el retorno de la primavera cuando la Hija emerge del Mundo Subterráneo, la Madre vuelve a poblar el mundo y la vida durmiente nace sobre la tierra: las hembras paren, las plantas florecen y los árboles dan sus frutos.

Los humanos participan de este retorno primaveral expresando sentimientos de amor, amistad y solidaridad. Realizan alegres danzas; celebran ritos de iniciación de las nuevas generaciones de jóvenes y la vida de la comunidad como la de la naturaleza, se renueva. Hay festejos y esperanzas compartidas.

No es difícil imaginar a las jóvenes de las comunidades agrícolas celebrar la primavera adornadas con coronas de flores participando de iniciaciones femeninas identificándose con la joven Core y la amante Perséfone. Y a los jóvenes celebrando sus iniciaciones del Dios Verde de la vegetación: el joven Adonis y el excitante Dioniso.

En este contexto las jóvenes no corrían riesgo de ser raptadas, violadas, ni degradas. Al encarnar el aspecto de Core eran altamente respetadas y disponían de su sexualidad celebrando uniones libres con sus compañeros en los campos y los bosques.

El mito ancestral de transformación cíclica de Inanna y Dumuzi; Ishtar y Tamuz; Isis y Osiris como así también los cultos del folklore pagano europeo estudiado por Sir James Frazer en «La Rama Dorada» siguen el mismo patrón arquetípico de Démeter y Perséfone.

Por su parte, los evangelistas rodearon la figura de Jesús con las metáforas sagradas del mito matrístico para predicar la muerte y resurrección de hijo divino identificado con el grano de trigo y así difundir una nueva religión sin la Diosa Madre.

El mito en nuestros días

Una podría preguntarse por qué los occidentales hemos sido tan sensibles al mito de la madre doliente que llora a su hija, hijo o consorte que desaparece o muere violentamente. Por qué el símbolo tardío de la Virgen María frente a su hijo crucificado sigue resonando en la conciencia de las personas. Posiblemente porque el mito griego y el cristiano exaltan la muerte injusta y el dolor materno como arquetipo de amor sublime y abnegado.

La muerte injusta y el dolor materno implícitamente nos hablan sobre la vigencia de sistemas de dominación que victimiza a madres, hijas e hijos en la historia de Occidente.

Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo reclamando por sus familiares desaparecidos y las Marchas de Silencio en Catamarca encabezas por la madre de María Soledad y la hermana Pelloni (todas encarnando el arquetipo Deméter y Hécate) por ejemplo, reactualizaron el mito griego de Demeter y Perséfone, como así también lo siguen haciendo las periódicas violaciones, acosos sexuales y asesinatos «pasionales» que sufren las mujeres en nuestra sociedad.

Pero el significado ancestral del mito de Deméter-Perséfone no está en el dolor y el desgarro. Tampoco en la muerte injusta y el rapto violento como símbolo para expresar los repliegues en la naturaleza o la muerte del humano.

El significado ancestral más bien se refiere a una concepción sagrada donde vida-muerte conforman parte de un mismo proceso. Ambos no están dualizados y no funcionan como opuestos irreconciliables.

La muerte natural como la vida es una experiencia de transformación, iluminación y maduración que abarca dimensiones espirituales, psicológicas y culturales de las personas. En este sentido, la interrelación e interconexión de las diferentes formas de vida es un tema central en este mito matrístico agrícola.

Así la Diosa Madre agrícola no sólo debe apreciarse como una productora de alimentos. El arquetipo expresa los métodos de subsistencia más inteligentes y benéficos para las especies y para la comunidad humana.

En esta concepción ancestral también se tenía en cuenta la existencia de situaciones injustas que podían surgir en el seno de la comunidad. En su cualidad de Madre, la Diosa ejercía como legisladora y patrona de la justicia, indicándonos que las mujeres y varones agrícolas poseían normas y procedimientos para juzgar a los transgresores de la ley. Temis y Atenea, por ejemplo, tenían a su cargo administrar justicia ya sea desde el templo o el tribunal.

Es posible que el mito pre-patriarcal de Deméter-Perséfone aún sea una cuenta pendiente, una experiencia existencial poco transitada en toda su dimensión. Algunas personas presienten la necesidad de este mito ante la acelerada destrucción ecológica y en el dominio de los recursos naturales por unos pocos «Hades» de la economía mundial.

No pocas personas sienten que la vida en las grandes ciudades las ha desconectado de la naturaleza y de los ciclos que la mente, el cuerpo y el espíritu necesitan para vivir en armonía y plenitud.

La pobreza que afecta a millones de personas sucede como un largo e interminable invierno decretado no por la Madre Tierra a la cual no se tiene acceso sino por los «Zeus» que detentan poder sobre otros.

Con todo, mujeres y varones en distintos ámbitos están recuperando algo de la cualidad de las diosas gemelas y de sus hijos-consortes cuando buscan soluciones y alternativas al repetido rapto de la vida y la esterilidad provocada por la mentalidad patriarcal.

Las mujeres, particularmente, con el desarrollo de la Conciencia Femenina sagrada están devolviéndonos los rostros originales de la Diosa ancestral influyendo en las formas culturales de vinculación con la naturaleza y entre los humanos.

Los mitos son muy persistentes, decía Mircea Eliade, porque contienen modos de ser y actuar que son relevantes para las personas. Al estar encarnados en diosas y dioses, animales, plantas o lugares sagrados, los mitos pre-patriarcales y sus símbolos arquetípicos comunican una historia de los tiempos primordiales que pueden iluminar las búsquedas del presente.

Muchos mitos y arquetipos como el de Deméter-Perséfone siguen latentes en el inconsciente colectivo y a veces saltan a la conciencia de las personas en momentos de crisis y de cambio.

Silvia Chauvinhttps://www.mujeresdeempresa.com/
La Arquitecta Silvia Chauvin es editora de Mujeres de Empresa, escribe sobre temas de tecnología y redes sociales.

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