Curioseando la nueva versión digital de América Economía (excelente diseño) me detuve en una nota sobre el giro que está experimentando la banca tradicional que ahora se interesa por los pobres a través de las microfinanzas.
Claro está que lo que atrae a estos señores es el negocio extraordinario que resulta de prestarle dinero a los pobres, no la responsabilidad social ni nada que se le parezca.
El pasado 20 de abril el Banco Compartamos, la mayor entidad dedicada a las microfinanzas en México, debutó en bolsa con un 30% de su capital, dejando pasmados a todos, inclusive el mismísimo Arturo Monroy (director de la banca de inversión de Banorte y que ha participado en muchísimas colocaciones en los últimos 3 años).
El apetito de los inversionistas por las microfinanzas es feroz.
En una encuesta realizada por el Felaban (Federación Latinoamericana de Bancos) y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) el 63% de los 85 bancos entrevistados pertenecientes a 19 países declaró que considera atractivo entrar en el negocio de los préstamos de entre US$ 500 y US$ 1000.
Me pregunto cómo implementarán esos planes, si se asociarán o adquirirán asociaciones dedicadas a las microfinanzas o abrirán nuevas unidades de negocios. Convengamos que es un público poco acostumbrado a tratar con los bancos y que estos no se caracterizan por su «agilidad administrativa».
Se tratará de «sacarle dinero a las piedras» o quizás los banqueros hayan comprendido que ayudar a crear riqueza en la base de la pirámide social no solamente es éticamente correcto sino que también es un buen negocio?