Via Suplemento Zona de Clarín:
Por primera vez, las chicas de veintipico que trabajan todo el día ganan más que los varones de su misma edad, según un análisis de la información del censo de 2005 realizado por el profesor de Sociología Andrew Beveridge, del Queens College de Nueva York.
El ingreso promedio de las neoyorkinas de entre 21 y 30 años es un 17 por ciento más alto que el de los varones.
Para el profesor Beveridge, esta brecha tiene su origen en la diferencia de educación. El 53 por ciento de las mujeres con empleos full time de veintipico de años son universitarias, en contraste con sólo el 38 por ciento de los varones.
Esta diferencia se hace notar de formas inesperadas a la hora de iniciar una relación amorosa. Las mujeres deben enfrentar situaciones hostiles para las que no estaban preparadas e idear cómo equilibrar el orgullo que sienten por sus logros personales con la necesidad de elevar el ego de los hombres con los que salen.
Para leer toda la nota: Complicado: cuando ella gana más que él.
La nota se refiere a la situación de las jóvenes neoyorkinas, pero en mi opinión, esa tendencia se ve cada vez más reflejada en las grandes capitales. Y por supuesto, lo que dice el profesor Beverige era algo inevitable.
Cuando voy a una universidad y al menos el 50% del alumnado es femenino (con tendencia a sobrepasar ampliamente al masculino en la mayoría de las carreras en la Universidad de Buenos Aires) no puedo menos que preguntarme cuánto tiempo llevará revertir el tradicional esquema de ingresos.
El tema no es nuevo. En el año 1970 yo cursaba el último año del colegio secundario me tocó colaborar como censista en la provincia de Buenos Aires.
Recuerdo que un sábado por la tarde después del curso de capacitación para el censo, pasé a buscar a mi mamá a la peluquería. Era costumbre de esa época en mi familia que los sábados mi madre fuera a arreglarse el pelo y mi padre fuera a la cancha a seguir al equipo del barrio en la primera B. Luego, por la noche, iban al teatro, todos los sábados…
El tema de las mujeres en la peluquería ese sábado de 1970 era cómo iban a responder a la pregunta de quién era el jefe del hogar. Por primera vez se incluía esa pregunta en un censo nacional y se asignaba la categoría de “jefe del hogar” a la persona que tuviera los mayores ingresos.
Para mi inocencia de la época, poco acostumbrada a esos “tejes y manejes” y a las relaciones de poder ocultas entre hombres y mujeres, no salía de mi asombro cuando oía a varias señoras decir que aunque ganaban significativamente más que sus esposos, iban a responder que ellos eran los que más aportaban económicamente al hogar.
Por eso, el tema no es nuevo y la tendencia se acentúa cada vez más.
Y esto trajo a mi mente un reportaje a la espléndida artista uruguaya Gabriela Acher (humorista y escritora que se hizo muy conocida por su participación en el programa SuperHumor) que leí hace muchísimo tiempo.
En dicho reportaje Gabriela dice que a lo largo de la historia, las mujeres (en su carácter de madres, hermanas, amigas, esposas, vecinas) le devolvían al hombre una imagen agrandada, casi endiosada, de su persona. El problema de los hombres actuales, opina Gabriela, es que ahora las mujeres nos cansamos de representar ese papel y les ponemos delante un espejo, le devolvemos su imagen sin pedestales.
Lamento no tener a mano dicho reportaje para trascribir las palabras exactas de Gabriela con su agudo sentido del humor. Pero pocas veces escuché un “diagnóstico” tan claro de la crisis masculina.
Veré si en la semana encuentro el dichoso reportaje o algún otro que nos acerque el punzante pensamiento de Gabriela acerca de la relación entre hombres y mujeres.