En varias ocasiones me pidieron que hable en clubes de trabajo. Para quienes no están familiarizados con estas instituciones, aclaro que están formados por una docena de personas desempleadas que trabajan junto con un coordinador durante algunas semanas para encontrar las mejores maneras de conseguir empleo en el área que buscan.
Aprenden a redactar un currículum efectivo y ciertas habilidades útiles para buscar empleo. Aunque a menudo trabajan con un sistema en el que empleados y empleadores potenciales se encuentran, parece lógico que en estos lugares se haga notar la importancia del networking como forma de acceder a puestos que nos se publicitan. Allí es donde entro yo.
Recuerdo una presentación en particular que di hace unos cinco años. Cuando los miembros del grupo se acercaron a la mesa, se presentaron y dijeron qué tipo de trabajo querían conseguir, pensé en cómo podría ayudar a cada uno de ellos.
Cuando uno de ellos dijo que estaba buscando un trabajo ejecutivo en un área en la cual yo conocía a alguien que ocupaba un puesto alto, tuve ganas de grita Eureka! Cuanto más lo escuchaba, más me convencía de que sería una persona muy útil para mi conocido y su compañía. El hombre se conmovió cuando le comenté acerca de mi contacto. El tenía a esa compañía en su target, pero no conocía a nadie allí. Le pedí el currículum y le dije que vería que podía hacer por él.
El mismo día, llamé a mi conocido para comentarle el caso. Me dijo que sí, que era exactamente el tipo de persona que deseaba tener en su equipo, pero que no estaban contratando. Dijo, sin embargo, que estaba interesado en conocerlo. Llamé al hombre del club y le pasé la información. Estuvo satisfecho de tener esa oportunidad de conocer a la persona y dijo que la llamaría apenas cortásemos.
Entonces sucedió algo interesante y curiososo: absolutamente nada.
No oí hablar más de ninguno de los dos. Pensé que fue bastante extraño ya que la última cosa que dije a ambos fue: «Hágame saber como se desarrolla», aunque nunca lo hicieron. «Oh, bien», pensé «puede que nunca se encontraran, o que se encontraran y que no resultara nada.» Aún así, me quedé un tanto decepcionada y me preguntaba cada tanto si habría resultado algo de mi intento, ya que estaba absolutamente convencida de que eran una pareja perfecta. La vida continuó el incidente fue olvidado.
Casi seis meses después, llamé al conocido al que había telefoneado intentando beneficiar al miembro del club. Después de los saludos de rigor, le pregunté: «¿Qué pasó con aquel hombre que te mandé?».
Al principio no tenía ni idea de a quien me estaba refiriendo pero, después de que le refresqué la memoria, esbozó una gran sonrisa y me contó que se habían encontrado y que había quedado tan impresionado por él que creó un puesto para él en el acto.
Me contó que trabajaron juntos los siguientes meses y que, aunque el hombre que envié estaba ganando buen dinero, valía cada centavo que cobraba.
Bueno, me encantan los finales felices. Adoro las situaciones donde ambos ganan. Me encanta poner en contacto a la gente por el hecho de ayudarla y nunca espero que me devuelvan nada…. excepto la cortesía de comentarme cuál fue el resultado de mi esfuerzo.
No se trata de que esté pidiendo un «Gracias» o de que mi ego esté maltratado. Me gusta mantenerme en el circuito. ¿Por qué? Porque, además del hecho de que me gusta conocer el resultado de mis esfuerzos, quiero enterarme de si los contactos que hice fueron buenos.
Después de todo, para qué uno dedica todo ese tiempo y energía en ayudar a otros si la gente a la que estamos ayudando nos decepciona. Si no está al tanto de lo que está sucediento, la próxima vez que se le presente un oportunidad, lo pensará dos veces antes de ofrecérsela a esas personas.
Ambos hombres tuvieron buenas oportunidades de mantenerme al tanto y de plantar semillas en mí para ayudarlos nuevamente en otro momento, pero ni siquiera pudieron pensar y darse cuenta de que podía volver a ayudarlos en el futuro.
Esta fue una experiencia fabulosa para mi ya que me enseñó muchísimo. De pronto me dí cuenta -quizá por primera vez- de lo que había dicho tan a menudo: se trata de relaciones. Mi relación con el hombre del club no existía hasta que nos encontramos allí y el otro caballero era alguien a quien conocí sólo superficialmente.
No estuvo mal y aún trato de hacer contactos en beneficio de otros (lo que es, después de todo, el secreto de construir mi propio negocio) pero sólo que ahora soy mucho más selectiva en cuanto a quién ayudo. Quizá no soy tan encantadora como solía ser. Quizá soy más inteligente. No importa.
Lo que sí importa es que aún voy hasta el fin del mundo para ayudar a alguien a quien conozco bien, que me gusta y a quien respeto. Contactos casuales son exactamente eso. En oposición, aquellas personas con las que tenemos una relación fuerte y en quienes confiamos estarán siempre allí.