Desde 1980, por iniciativa del Banco Mundial (BM), se han introducido más de 100 programas de ajuste estructural (PAE) en los países en desarrollo del Sur con el objetivo de introducir políticas que permitan la reducción de los déficits tanto del presupuesto como de la balanza de pagos; y, simultáneamente, impulsar las tasas de crecimiento a través de cambios de políticas orientados a mejorar la eficiencia en el uso de los recursos y en la liberación de estos para la inversión en el sector privado.
Los PAE tienen dos componentes:
- Un paquete de ayuda financiera del BM y otros donantes bilaterales y multilaterales y
- Un paquete de reformas económicas cuya introducción está especificada como condición para liberar la ayuda.
El análisis macroeconómico que apuntala a los PAE tiene dos componentes: un modelo relativamente simple de un bien – el Modelo Estándar Mínimo Revisado (MEMR), derivado del modelo Harrod-Domar – que es usado para tratar de cuantificar la ayuda que requiere un país, más un modelo de dos bienes (negociacles y no negociables), basado en el modelo Swan Salter de economía pequeña dependiente, que se utiliza para analizar la reestructuración de los gastos y la producción.
El artículo trata sobre las estrategias para introducir el análisis de género dentro de esos modelos y evalúa las fortalezas y debilidades de estos desde una perspectiva de género.
Conciencia de género: perspectivas y parámetros
La forma más obvia de introducir el género en los modelos macroeconómicos es desagregar al menos una de las variables por género. Una segunda estrategia es ver a la economía desde el punto de vista de las mujeres e identificar variables no consideradas, las cuales tienen significados particulares de género, e incorporarlas al modelo. Así, un sector de «reproducción social» no remunerado debe ser añadido como una restricción o como un recurso a un modelo que inicialmente enfoca sólo la economía de mercado (ver Walters, 1995). Esta estrategia implica una crítica y una extensión a la visión implícita en los modelos preexistentes, con un énfasis sobre hasta qué punto las variables no consideradas pueden influenciar a aquellas variables que sí están incluidas.
Una tercera estrategia es conceptualizar la economía como una estructura de género (ver Elson y Mc Gee, 1995). Esto implica reconocer que la matriz de relaciones de género es una variable que interviene en todas las actividades económicas.
Las instituciones económicas, que no tienen de por sí una perspectiva de género son, no obstante, portadoras de género. «Si la economía es vista como una estructura de género, entonces los párametros de un modelo deben ser vistos como reflejo de esa estructura. Una configuración institucional diferente de relaciones de género tenderá a dar como resultado un grupo de parámetros diferente.
Este enfoque modifica la visión preexistente de cualquier modelo al introducir la idea de que las relaciones de género, al igual que las relaciones de clase, afectan el funcionamiento de la economía de mercado desde dentro.
Esto está detrás de la idea explorada por Taylor, de que el dominio de la macroeconomía y las relaciones de género son dos dominios separados e interactuantes para sugerir que la macroeconomía está «generizada» en sí misma vía las instituciones a través de las cuales operan los agentes macroeconómicos.
Sin embargo, esto no necesariamente supone una crítica a las formas en que un modelo describe la interacción de relaciones financieras y la utilización de recursos reales basado en su tratamiento de la agregación de millones de transacciones separadas dentro de procesos de crecimiento o estancamiento» (Elson:2-3).
Con el fin de abordar este punto se necesita una cuarta estrategia que contemple el proceso mismo de agregación como un proceso con contenido de género y cuestione la manera como se establecen las prioridades y quién da las pautas cuando las decisiones de los agentes no suman un todo coherente. «Esto implica mirar al cierre del modelo y al proceso de coordinación implícito en el desde una perspectiva de género» (3).
Existen paralelos claros «con las vías por las cuales las relaciones de clase pueden ser integradas en los modelos macroeconómicos como variables de distribución o como dimensiones de la ‘matriz social’, que incluye a ‘grupos políticamente relevantes, las principales variables económicas que los afectan y aquellas variables sobre las cuales estos tienen algún control’ (Taylor, 1988)» (3).
En su análisis Elson se refiere a estos paralelos pero enfocando principalmente la perspectiva de género debido a que esta dimensión ha permanecido casi inexplorada.
Las relaciones de género se entienden como dinámicas e históricas; esto es, como relaciones que están continuamente sujetas a descomposición y recomposición (Elson y Pearson, 1981) en interacciones planificadas y no planificadas entre la gente (como individuos y colectivos) e instituciones.
Ellas también deben ser entendidas «como variables de política en el sentido de que pueden ser reestructuradas por la acción pública deliberada para cambiar las instituciones, aunque las variables de políticas son mucho más complejas que el tipo de cambio o la tasa de impuesto sobre el ingreso.
Debemos entender que la desigualdad de género se origina en que las mujeres carecen de derechos independientes, lo cual está íntimamente ligado a las formas en que el cuidado de las personas se articula con los medios de ganarse la vida (Elson, 1991a). Desde este punto de vista, [las] relaciones de género más igualitarias tiene[n] que ver con que las mujeres tengan mayor control sobre los recursos (asociado a una nueva articulación de la producción y la reproducción social) y no simplemente con una mayor participación de las mujeres en los mercados de trabajo y de bienes, o siendo más frecuentemente objeto de los [diseñadores] de políticas» (3).
¿Qué estructuras están sujetas al ajuste?
«Los procesos puestos en marcha por los PAE deben ser vistos como asuntos fundamentales de cambio en las estructuras de los derechos. La implementación de los PAE involucra una reconfiguración del poder económico, político y social que favorece los derechos de los propietarios de capital monetario de gran escala, desde las Instituciones Financieras Internacionales en Washington a los comerciantes en nuevos mercados liberalizados en países en desarrollo» (3).
Los PAE intentan recrear la producción privatizada del «capitalismo clásico» y privatizar el costo social de la reproducción. En algunos países, sobre todo en AL esto ha conducido a una caída de la inversión pública con ningún incremento compensatorio de la inversión del sector privado; efectuándose la reeestructuración con estancamiento e incremento de las cargas sobre la mayoría de las mujeres a través de una extensión e intensificación de su trabajo.
La reestructuración con crecimiento, que se ha dado en los países de Asia es preferible, pero en ambos casos la reestructuración supone la subordinación de más y más actividades y personas al cálculo de la ganancia y pérdida financiera y a los caprichos de la fuerza del mercado, con el riesgo de la pérdida de derechos.
Si bien a corto plazo puede ser eficiente para servir la deuda y mantener los flujos de pagos al BM y al FMI, no lo es desde la perspectiva del mejoramiento de la productividad social para lograr objetivos de desarrollo humano a largo plazo. Esto es así porque puede originar una variedad de formas de desgaste de recursos humanos, ya sea por obligar a asumir cargas laborales excesivas o la desocupación, conduciendo ambas a un deterioro de las capacidades humanas mentales y físicas.
Uno puede ver al capital actuando “sobre ambos lados a la vez” en los procesos globales y locales que han lanzado a muchas mujeres jóvenes al sector de manufacturas negociables en Asia y el Caribe, lo cual sirve de base a la creciente feminización de la fuerza de trabajo asociada a los PAE. Tales procesos comienzan con la destrucción de la oportunidad de trabajo remunerado para las mujeres y para sus familias.
En las siguientes secciones Elson analiza los modelos de análisis macroeconómico con que cuenta el BM desde una perspectiva de género, tratando de resaltar las implicancias para los derechos de las mujeres.