¡Si habré envidiado a Winni Puh! Cuanta veces tuve ganas de sacar a la pequeña Lulú y ponerme en lugar de esta tonta… ¡Como me hubiera gustado vivir en Springfield como hijo de Homero y March!.
Claro que Mafalda es más lista que todos ellos juntos. Pero a ella le falta algo. Algo verdaderamente precioso, aventurero, emocionante. Algo mágico. A ella le falta una casita del árbol.
Nunca tuve una casita. Como niña de la ciudad ni siquiera tuve un árbol para ponerla. Pero como el mío, el mundo fantástico de todos los niños siempre incluía una casita del árbol.
Quisimos subir por una escalera de madera, escalón por escalón, para llegar al imperio de los libros de cuentos. Allá, entre las copas de los árboles, habría sido tan fácil escapar de la realidad de los adultos. Las casitas del árbol siempre simbolizaron una manera perfecta de despedirse del mundo.
Las casitas del árbol han estado con nosotros desde tiempos inmemoriales. Había épocas en las que los seres humanos no teníamos otro lugar en donde vivir. Como casas primitivas les sirvieron a nuestros antepasados para dormir, escapar y por último para sobrevivir.
La altura los protegió de amenazas. Hasta el tope del árbol peligrosos pudieron llegar pocos animales. Mucho tiempo hemos dependido en el bosque, nuestro pulmón mundial. Sin duda hay algo espiritual y muy existencialista dentro de las cimas impenetrables. Hoy no requerimos más la seguridad de nuestros amigos verdes.
Lo que es que deseamos es distracción de nuestros problemas. Queremos relax y aventura. Las casitas del árbol se han transformado en un oasis del descanso y una entrada a la naturaleza.
Turismo aventura: La casita del árbol en versión para adultos…
¿No tuvo una casita en un árbol pero le hubiera gustado?. Nunca es demasiado tarde. Hay gente que se dedica a realizar su sueño de la infancia. En todo el mundo, desde Hawai, EE.UU., Turquía, Austria hasta India, China o Australia, se puede encontrar hoteles arriba de los árboles. Imagínense que desde su cama puede deleitarse con la vista de un bosque inmenso, una playa aislada o montañas infinitas. ¿No serían unas vacaciones extraordinarias?
Pero lo mejor es que estos hoteleros hacen todo lo posible para ofrecerle más que una aventura. Sus complejos no tienen nada que ver con la casita de nuestros héroes infantiles y su camita de paja o su piso de tablas medio rotas. Para mimar a sus clientes han creado un mundo fantástico y de confort sofisticado.
En sucesivas entregas le iremos presentando las opciones más interesantes en: